Todo abruma: Dramas del primer mundo

29 de Junio de 2025
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Todo abruma

El tándem editorial de Apa-Apa y Blackie Books ha publicado recientemente en España lo último de Dash Shaw, Todo abruma: cerca de quinientas páginas de novela gráfica de autor, que según el texto de contracubierta “reafirma a Shaw como uno de los grandes historietistas contemporáneos”. Ahí es nada. Todo abruma es una historia coral, o mejor dicho un ramillete de historias vinculadas entre sí, en un patrón que recuerda poderosamente a películas como Vidas cruzadas de Robert Altman o Magnolia de Paul Thomas Anderson. Los protagonistas son diez personajes cuyas vidas transcurren paralelas, tangentes o secantes. Algunos de ellos ni siquiera se conocen entre sí, o coinciden de manera fortuita en un bar, en una clase o en centro comercial para no volver a verse nunca más; sin embargo, sus vidas se entrelazan con un hilo sutil, de modo que pequeñas decisiones tomadas por uno pueden desencadenar cambios sustanciales en la vida de otro. El mundo, o la sociedad (que son sinónimos en el microcosmos de Todo abruma), revela su armazón escondido y se nos aparece como una red viva compuesta por las fibras de muchas vidas individuales. En esta red de intercambios invisibles se acortan las diferencias entre unos y otros, hasta el punto de que los límites entre las distintas personas se difuminan, se hacen borrosos. Porque este es el título original del cómic: Blurry, literalmente “borroso”.

¿Y por qué lo han traducido como “Todo abruma”? ¿Por seguir esa larga tradición española de inventiva que convierte Die Hard en La jungla de cristal, North by Northwest en Con la muerte en los talones o Some Like It Hot en Con faldas y a lo loco? No; en realidad la traducción de este título es poco literal, pero fiel a la esencia del libro: a lo largo de la narración, los distintos personajes se enfrentan a decisiones grandes y pequeñas que les superan, de modo que viven abrumados (aunque a veces se ahogan en una gota de agua); y “abrumar” proviene de “bruma”, el fenómeno atmosférico que hace que veamos borroso, que los objetos y los seres se vuelvan indistintos. La bruma, como símbolo del vacío donde las identidades se desvanecen, es un elemento central en este cómic; y cuando digo central debéis tomarlo al pie de la letra, porque una escena en la que todo desaparece en la niebla ocupa el eje de simetría de Todo abruma.

Digo “eje de simetría” porque Todo abruma tiene una estructura narrativa perfectamente simétrica, que se pliega sobre sí misma. No hablo de un ejercicio de simetría visual como Nogegon de Luc y François Schuiten o Cosmo en el espacio de Javi de Castro, sino de una simetría a nivel de guion, que se manifiesta en la forma de articular concéntricamente las distintas historias que componen el volumen. Shaw utiliza ese recurso tan cervantino de guardar historias dentro de historias, como muñecas rusas: A le cuenta a B una historia en la que C cuenta una historia en la que D cuenta una historia en la que… y así sucesivamente. El afán de simetría y regularidad se manifiesta también en las composiciones de página: siempre cuatro viñetas, siempre del mismo tamaño, excepto en puntos concretos al principio y al final de la narración y en la susodicha secuencia central, donde la niebla desdibuja los contornos de las viñetas y el propio acto narrativo.

Dash Shaw tiene a sus espaldas un largo recorrido como autor de cómic de autor (valga la redundancia), siempre con un pie en lo experimental. En España se han publicado La boca de mamá (Apa-Apa, 2008), Ombligo sin fondo (Apa-Apa, 2009) y Bodyworld (Sins Entido, 2011), pero estas son tan solo una fracción de su extensa producción de novelas gráficas, en su mayor parte publicadas en USA por los californianos Fantagraphics, padrinos del cómic indie americano. Sobre la obra de Shaw, niño prodigio de la Escuela de Artes Visuales de Manhattan, se ha escrito varios artículos en la prensa académica y hasta una monografía: New Realities. The Comics of Dash Shaw (Greg Hunter, 2023). Este autor les encanta a los críticos porque sus obras son densas y complejas, están cargadas de símbolos y de recursos visuales muy llamativos; al escribir sobre ellas pueden lucirse, explayarse a capricho y usar palabras como “intersticio”, “divergencia” o “metadiegético”. Yo no voy a caer en la trampa.

Puede que en Todo abruma la forma narrativa sea muy interesante, pero el artificio resulta demasiado visible: la atención del lector se dirige a cómo está contado, por encima de qué está contando. El contenido pierde protagonismo frente a la voz del autor; pero esa pérdida de protagonismo no desmerece mucho a las historias porque, en realidad, estas no son muy interesantes de por sí. O, al menos, a mí no me interesan. Son dilemas cotidianos de gente que no tiene problemas de verdad: el vacío existencial ante el dilema de elegir una camisa en el H & M, la desazón ante una infidelidad latente que llegará o no a consumarse, la búsqueda de un seudónimo para escribir una novela, la incapacidad de poner palabras a las emociones, la duda de si merece la pena cambiar de carrera en la uni. Dramas del primer mundo, propios de urbanitas del entorno de Richmond y Nueva York, que se van a Brasil a pasar las vacaciones y a Roma a vender sus productos audiovisuales en una feria de arte. Una y otra vez Woody Allen ha tomado estos especímenes y sus naderías consuetudinarias para convertirlos en protagonistas de películas maravillosas, pero Dash Shaw no es Woody Allen.

En esta novela gráfica todo parece calculado al milímetro para complacer a los teóricos del cómic, esa especie académica cada día más extendida. Se recrea en temas metaliterarios y metapictóricos: uno de los personajes es un profesor de Bellas Artes, y uno de los leitmotivs de la obra es la representación del espacio (físico) entre las figuras, como metáfora del espacio (psicológico) entre las personas. Aparecen alusiones intertextuales a la literatura high brow, concretamente a El arco iris de gravedad de Thomas Pynchon, novela aclamada como la piedra angular de la narrativa posmoderna. Las referencias en Todo abruma se mueven constantemente en el terreno de la gafapastería, coqueteando con lo abiertamente pedante.

En suma, la última novela gráfica de Dash Shaw es una urdimbre de historias anodinas, con elevadas pretensiones literarias y artísticas. El resultado podrá ser para muchos una obra maestra y el cómic del año. Y quizá tengan razón, y no les faltarán argumentos para demostrarlo, porque las páginas de Todo abruma están sobrecargadas de argumentos. Pero a mí me parece artificioso y me deja frío, aun reconociendo sus méritos formales.

Todo abruma, de Dash Shaw. Apa-Apa Cómics / Blackie Books, 480 páginas, 24,50 €.
Todo abruma, de Dash Shaw. Apa-Apa Cómics / Blackie Books, 480 páginas, 24,50 €.

 

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