Peldaño a peldaño, paso a paso, va entrando Jesús Urceloy, el incomparable poeta madrileño, en la leyenda.
Hace ya meses que planeo hacer una película sobre él, o más exactamente: alrededor de él.
Le conozco desde siempre, si llamamos siempre a veinticinco años. Embajador de todos los poetas y escritores con los que se cruza, amigo de sus amigos, sin pelos en la lengua y mucho menos en el corazón, Jesús Urceloy se ha convertido no solo en el profesor de poesía en lengua española más valorado del momento, sino que sigue cincelando una obra tan extensa como inconfundible.
Hace unos meses se hizo con el muy prestigioso Premio Nacional cultura viva en su modalidad de poesía, y hace un poco menos se alzó con el XXXV premio internacional José Hierro con su ELOGIO Y ALABANZA DE LA PEREZA.
Sobre poemas de su más reciente libro, y escoltado por Candela Rojas y Esteban Massana, versó su recital en el Café Comercial, que a su larga historia añade la afortunada circunstancia de estar dirigido literariamente por el mejor anfitrión que tienen las letras actualmente en más Madrid: Rafael Soler.
Tuve la fortuna de estar sentado en primera línea, en la misma mesa que El Anfitrión y David Torres, viejo y muy querido amigo, y Álvaro Muñoz Robledano, el incomparable Álvaro Muñoz Robledano. Y confieso que no solté la cámara ni un solo momento, pues ya voy acumulando material para la película con la que que -todavía a tientas- busco subrayar el mito y la grandeza del maestro. O dicho de otro modo: convertirlo en cine.
Naturalmente fue un éxito. Naturalmente fue una velada inolvidable. Y también naturalmente, y ya en el piso de abajo del Café Comercial, la conversación se prolongó hasta entrada la noche. Muchos momentos felicísimos.
Poetas. No hay nada más valioso: nadie hace versos -ni siquiera en estos tiempos donde todo se pretende convertir en negocio- por dinero.
Excelsior