Fue el primer escritor japonés en obtener el Nobel de Literatura, en 1968. Su maestría y la sensibilidad de sus novelas y relatos hicieron de Yasunari Kawabata (Osaka, 1899-Zushi, Japón, 1972) un referente universal de la literatura japonesa durante la segunda mitad del pasado siglo veinte. Como subraya Tana Oshima en el prólogo a esta primera edición en español de los mejores relatos del escritor nipón, “Kawabata es un escritor de contrastes”, que más allá del reduccionismo obvio que comporta esta catalogación nos sitúa a un novelista exquisito que busca constantemente la perfección creadora en el detalle y el minimalismo. De todo ello hay en Tamayura (Seix Barral), antología de relatos publicados originariamente en revistas literarias en los primeros años de la década de los 50 del pasado siglo.
Por esos años, el autor tenía unos 50 años y había vivido también la desolación que supuso la derrota de la Segunda Guerra Mundial, un dolor y un tema siempre muy presente tanto en la forma de narrar como en la situación de los personajes. Estos relatos dan buena cuenta del estado de fatalidad y abatimiento que experimentaba todo un país, pese a que las historias que Kawabata expone parten del detalle y lo cotidiano, relaciones familiares en muchos casos donde el amor y el dolor se dan la mano en una simbiosis catártica.
“La literatura de Kawabata es profundamente japonesa, pero también asombrosamente universal. Tan sencilla como profunda, tan visceral como reconfortante”
La literatura de Kawabata es profundamente japonesa, pero también asombrosamente universal. Tan sencilla como profunda, tan visceral como reconfortante, que siempre conlleva una lectura sosegada, donde el mensaje apenas queda oculto de una forma elegante, renunciando por completo a juegos de ostentación literaria pese a comportar su estilo una belleza pocas veces igualable. De hecho, su literatura creó escuela y aún son legión las generaciones de escritores que lo mantienen como santo y seña. Por ejemplo, Yukio Mishima, que también se suicidó como Kawabata, fue uno de sus más reconocidos discípulos y admiradores.
El autor de estos relatos no oculta en ninguno de ellos la nostalgia de un Japón que se diluye en el tiempo, que pierde poco a poco su identidad, que va viendo progresivamente como todo va quedando atrás y ya entra en una nueva fase donde la nostalgia ocupa el lugar que empiezan a perder sus credenciales históricas. “En estos relatos el sentimiento de pérdida es intenso y constante, y se manifiesta a menudo a través de amores que nacen antes de la guerra para morir después de ella”, concluye Oshima.
