Marqueta: un taller de película en la calle 12 de octubre

20 de Octubre de 2024
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Marqueta un taller de película en la calle 12 de octubre

Se trata de zapatos. Ruedas. Hay que cambiarlas. Tengo hora pedida y confirmada para dentro de una semana, pero sucede que estoy al lado. Paso a echar un vistazo. No vaya a ser que pase dentro de una semana y no tengan las gomas.

-Vuelve otro día.
Odio q    ue me digan eso. Pero resulta que me dicen exactamente lo contrario.
-Creo que ya están aquí.

Y entro en el taller detrás de un tipo alto, con barba, amable; con buena vibración. Es entonces cuando veo la bañera. La bañera es la hostia. Me saca por completo de la realidad. Y yo siempre estoy muy cómodo fuera de la realidad. Al cabo soy un personaje de ficción. La bañera. La miro y me imagino -lo veo- un muerto con la piel cetrina hundido en ella.

-Está así de sucia porque es donde metemos los neumáticos para comprobar si tienen un pinchazo.
¡Ya! No me creo nada.

En ese momento alguien habla desde la pequeña oficina. También parece un personaje de película. Esa gente -poquísima- capaz de darle a los diálogos aire literario. Como en una película de cine negro del siglo pasado. El tipo lleva el pelo largo y habla con absoluta seguridad. Como si lo que dice estuviese previamente escrito en un guión. En verdad parece un actor. ¿Aparecerá ahora una cámara para grabar todo lo que está pasando?

Se quedan con el coche -mi también imaginario Corvette del 63.
-Vuelve dentro de una hora.
Pero ya me estoy yendo y aún hay más.
Sacan un coche marcha atrás. Tapan la calle para que pueda meter yo el mío en el taller.
Tapan.
-Mete el coche ahora, que te tapo.

La explicación es que 12 de octubre es una calle de un solo carril, pero una vez más -tapar- vuelve a sonarme a película y a novela negra. Imagino un taller de la mafia. Tapando la calle con un coche para que otro pueda moverse de modo invisible. Obscuridad. Libertad.

Una hora después vuelvo a recoger mi vieja nave y todo está perfecto. Llevo en el maletero un libro del Padrecito Puebla, el del premio Nadal: Sonríe Delgado. Como sé imitar su firma y hacerme pasar por él, firmo y me hago pasar por él. Aunque antes he pedido permiso para fotografiar la bañera. No vaya a pensar nadie que me lo invento todo.

Qué taller genial. Qué eficacia y qué gente genial. ¡Y qué bañera! Una indiscutible obra de arte conceptual. 

Tigre Tigre.

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