Miguel Hernández y Pepe Martín en los cursos de verano de El Escorial

Antonia Cortés
09 de Julio de 2017
Actualizado el 17 de octubre de 2024
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Escorial

Volvió como vuelve cada año: sin perder la sonrisa y con sus manos llenas de versos. Poemas que escribe en folios con letra grande, por si la vista le pasa una mala pasada, por si le falla la memoria, por si en algún segundo la palabra que rima se olvida. Por si acaso… Pero ese por si acaso no llega. Demasiada vida, demasiada experiencia y trayectoria a sus espaldas, demasiadas emociones las que provoca el poeta, Miguel, Miguel Hernández. Otra vez, las que sean necesarias. No llega el olvido de los versos porque no quiere olvidarlos, porque se convierten en música dentro de su cabeza, porque no se cansa de recitarlos, acá o allá, donde sea, porque aquel poeta, del que dice que es ” bueno y bondadoso”, ocupa un lugar en su corazón. Volvió como vuelve cada año, desde siempre, desde hace tantos. Con sus canas que recuerda aquellas otras, las irreales, cuando había que disimular su juventud; con la misma figura de caballero de ese conde que le dio fama, el de Montecristo, y con el que también tuvo sus desencuentros. Amores y desamores. Odios y reconciliaciones. Como la vida. Como Miguel. Un pasado que se llena de presente cuando aún se le acercan unos y otros, hombres y mujeres, y le recuerdan aquellas imágenes en televisión en blanco y negro. Pero ahora no toca, no. Viene con sus versos impresos para recordar al poeta muerto hace ya nada menos que 75 años, en Alicante, en aquella cárcel fría y llena de injusticias. Y después de tantas y tantas y tantas, ¿diez, doce, catorce? Aquellos días tristes en que no dejó de escribir mientras la enfermedad le iba quitando todas las fuerzas, todo, menos la libertad. Y vino para recordárnoslo, para recitar esos poemas, inolvidables, que encierran sentimientos, dolor, rabia, dulzura. Se preparó su vaso de agua y una silla para estar cerca de los alumnos de los cursos de verano. Que no calle la voz; que siga cerrando sus ojos y lance los versos al aire; que hable una y dos y mil veces del poeta de Orihuela que luchó por sus ideales, por ser libre y que estuvo en las trincheras desde donde escribió crónicas de guerra. Miguel, Miguel Hernández. Y se escucha un poema tras otro poema mientras algo se remueve. Y su voz, esa voz.

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