Barranco accidentado

28 de Junio de 2025
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Barranco accidentado

Ayer, festividad de San Jorge, quise enseñarle a Mari Pili (Secretaria General del Ayuntamiento de Cuenca, jubilada) el recorrido de la “Trail de la Carrodilla”, una ruta preciosa que empieza en la Fuente de los Doce Caños, atraviesa la Canaleta de oeste a este y se mete en los barrancos de Mazas y de Maroz, de abajo arriba, llega al Santuario de la Carrodilla para descender por una pendiente imposible hasta la Fuente Mentirosa y volver al pueblo atravesando unos montes donde sólo crece el pino y unos barrancos donde sólo pisa el jabalí. El lunes 21 de abril había hecho el mismo recorrido yo solo y me había fascinado. Cuando mi amiga me declaró su deseo de hacer una excursión, le propuse éste sin dudar un segundo (17,71 kms, 628 mts), con la advertencia de que la bajada la haríamos por la pista de tierra que usan los tractores, porque la trialera me había parecido demasiado peligrosa para dos jubilados. Ahora me río de ese comentario.

La Canaleta y el barranco Mazas cumplieron todas nuestras expectativas en cuanto a belleza, riesgo y desafío. Maripili caminaba bien y yo me sentía orgulloso, hasta que tuve la mala pata (nunca mejor dicho) de resbalar en una piedra húmeda y caer desde una altura de dos metros golpeándome en la espalda, bueno en la espalda y en todo el cuerpo, porque el primer porrazo me lo di en el culo y ahora no puedo sentarme. Suerte que los troncos de unas carrascas detuvieron mi caída y no corrí el mismo destino que Isak Andic, el fundador de la multinacional Mango, fallecido el pasado diciembre tras caer desde una altura de 100 metros mientras recorría un sendero de Montserrat con su hijo; tenía un año menos que yo. Los humanos gritamos y lloramos para soportar mejor las desgracias; mis quejas aliviaron ligeramente mi dolor, pero aumentaron el susto de mi compañera que bajó con la cara descompuesta a dónde yo estaba empotrado.

- Tranquila Maripili, puedo mover brazos y piernas, dije con voz entrecortada, exhalando mocos y lágrimas.

- ¿Dónde te has hecho daño?

- En la columna vertebral, uffff. Y en el culo, ay, ay, ay. Y en las costillas, no puedo casi respirar. Me duele todo el cuerpo. Por favor, llama al 112, deprisa, deprisa, no quiero morirme todavía.

- Es que te has dado un golpe de campeonato. ¡Madre mía! ¡Estás vivo de milagro!

El 112 pasó la llamada a la Comandancia de la Guardia Civil, ésta al GREIM  y éstos al médico. Y entre unos y otros, el interrogatorio de rigor a Maripili, quien me preguntaba a mí, yo contestaba y ella, más nerviosa que yo, repetía mis palabras, hasta que el médico quiso hablar conmigo personalmente; supongo que mi tono de voz y mis respuestas sensatas le tranquilizaron. Me informó de que no necesitaba la localización, porque ya se la habían dado los del 112 y que vendrían a rescatarme en helicóptero porque no había ninguna pista terrestre en las cercanías. Mientras esperábamos, Maripili se las apañó para ponerme la chaqueta y el chubasquero para que no me quedara frío ¡Gracias amiga!. El servicio de rescate en montaña funciona a las mil maravillas, los hombres son profesionales muy competentes y personas vocacionales que vuelcan todo su cariño en los desgraciados accidentados que nos caemos en los montes.

El helicóptero hizo un primer vuelo para dejar a mi compañera en el pueblo de Estadilla, donde estábamos pasando unos días; mientras François, el médico francés del equipo, me inyectaba morfina y me inmovilizaba la columna para el traslado. No hace falta decir que todo el pueblo se enteró de mi accidente en lo que canta un gallo. Cuando Teresa vio que Maripili volvía a las dos horas y que volvía sola empezó a mosquearse.

- ¿Qué ha pasado?

- Tranquila Teresa, no ha pasado nada, Luis puede mover los brazos y las piernas, se le ocurrió decir repitiendo mis palabras de sosiego.

- ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está? ¿Y qué significa eso de que mueve los brazos y las piernas?

- Tranquila, tranquila, en estos momentos un helicóptero de la Guardia Civil le está llevando al hospital de Huesca.

Me imagino el diálogo entrecortado, los nervios de las dos mujeres, la una explicando atropelladamente, la otra no entendiendo nada, Maripili que si me había resbalado, que si una piedra, que si la espalda, que si estaba bien, Teresa que si estaba tendiendo ropa, que si el helicóptero, que si llamo a mi marido, que si voy a Huesca. ¡Madre mía! ¡Una obra tragicómica!

Mientras tanto, el médico tuvo que ponerme otra dosis de morfina para poderme subir con la camilla al helicóptero que había aterrizado en una piedra semiplana 100 metros más abajo. De todas formas yo veía todas las estrellas del firmamento más claras que en la noche de San Lorenzo. Nada más llegar al Hospital Universitario de San Jorge, me pusieron un gotero y yo entré en el Nirvana. Le pregunté a la doctora qué me había puesto y le pedí unas dosis para llevarme a casa.

- Sólo para cuando me duela mucho, doctora. Y prometo no invitar a mis amigos.

- Hablando en serio ¿Cómo estás? Me pregunta mientras repasa con sus manos blancas todos los huesos de mi cuerpo.

- Estoy jodido, doctora, estoy muy jodido. Dos ángeles me han desnudado completamente, una doctora guapísima me está sobando y yo no puedo responder como un hombre, estoy bien jodido.

- Bueno, no has perdido el sentido del humor. Eso está bien, te recuperarás enseguida. Veo que estás en forma, otro abuelo de tu edad se hubiera roto una docena de huesos.

La doctora Victoria, las enfermeras, el personal auxiliar, los cuidadores y celadores, todos forman una familia encantadora; me sentí mimado durante todo el día, incluso cuando me negaban la cantimplora o el bocadillo que tenía en la mochila lo hacían con un tono tan cariñoso que yo me resignaba encantado. Algunos trabajos delicados, como desnudarme o ponerme el pene dentro de la cuña de mear los realizaron con tanto cuidado y sencillez que no había margen para la turbación. A mediodía me hicieron mil radiografías: de la columna vertebral, cervicales, lumbares, sacro y coxis, costillas, brazo izquierdo… Y la doctora descubrió sorprendida que sólo me había roto una vértebra, aunque tenía la columna tan llena de edemas y hematomas que dejaba la puerta abierta a otro diagnóstico; de momento se ahorraba el quirófano y haría un informe a mi médico de cabecera para que me hiciera más pruebas pasados unos días; entonces me dio permiso para beber, comer y marcharme a casa. Ya me estaban dando un vaso de agua cuando entró una enfermera diciendo que la doctora quería repetir la radiografía de la lumbares ¡Me quitaron el agua de los labios!

Teresa y Maripili deambulaban por el hospital y entraban a saludarme de vez en cuando; no tenían dolores físicos, pero sufrían de nervios, de angustia y de falta de información. Yo pasé el día en una duermevela hipnótica que (supongo) me hacía poner cara de bobo o de adicto, pues me pusieron dos bolsas de suero que me inyectaban directamente en vena tramadol y diazepán. Cuando me dieron el alta Teresa y Maripili volvieron solas a nuestro chalet de Estadilla (una hora de coche), llevándose mi mochila, porque Victoria (a estas alturas ya éramos amigos) ordenó que yo regresara en ambulancia.

A media tarde la doctora me entregó su informe definitivo. Conclusión:

- Tengo rota la vértebra L3 y machacadas la L4 y L5, una fisura en la costilla que engarza la L3 y magulladuras sin relevancia clínica.

- Debo tomar analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares y protector gástrico, todo en cantidades suficientes para mantenerme zombi durante una semana.

- Ya puedo beber agua y comer, pero ahora no tengo la mochila con la cantimplora y el bocadillo.

- Puedo ir a dormir a casa, pero en una ambulancia.

- Pasaré una semana terrorífica sin poder moverme y tres meses de fuertes dolores, que me recordarán continuamente que ya no soy un jovencito que puede triscar impunemente por los riscos.

Mi ángel de la guarda me informó de que vendría una ambulancia de la base de Barbastro para el traslado y, mientras tanto, me cambiaron a otra camilla y a otra habitación, porque las que estaba ocupando tenían que volver a urgencias. Un celador se apiadó de mí y me entregó, de extranjis, una botella de agua, tres yogures y 15 galletas María. Gracias amigo, me has salvado de la inanición.

Lo mejor de esta historia ha sido la respuesta de mi familia y de mis amigos. No he tenido más remedio que informar a mis hijos y a los compromisos del mes de mayo: La marcha de la Magic Line, prevista para pasado mañana; un trekking por la Sierra de Gredos para finales de mayo; un campeonato de mus y otro de billar. Todos se han volcado conmigo de una manera tan cariñosa que me han hecho sentir pudor. No hace falta decir que Maripili aún no ha decidido si darme un beso o una hostia, porque le he chafado sus vacaciones en Estadilla. ¿Y qué decir de Teresa, mi sufrida esposa y compañera de fatigas? Que le ha caído un muerto encima y se lo está tomando con una paciencia infinita; está pendiente de mí para satisfacer cualquier deseo por pequeño que sea, me saca de la cama y me acompaña a todas partes como si fuera un bebé desvalido o un viejo inválido.

Han pasado las lluvias y luce el sol espléndido. Nacen millones de florecillas de todos los colores. La Naturaleza despliega sus mejores galas y los días son cálidos y voluptuosos. Los meses de mayo y junio son los mejores del año para ir a la montaña (particularmente éste con la cantidad de nieve acumulada que hay) y yo me los voy a pasar sentado en un sillón leyendo, escribiendo y mirando la televisión.

¡Apa niño! ¡Vuelve a por uvas!

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