El chiringuito

05 de Agosto de 2025
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El bar está a punto de cerrar. En realidad podría decirse que ha cerrado ya. Sólo queda una mesa con una familia que no tiene prisa por levantarse. Y también estoy yo, en una esquina, que he llegado cuando ya estaba cerrado, pidiendo un poco de flexibilidad y una cerveza en vaso de plástico. Se oye el ruido de las monedas mientras hacen caja. Un hombre alto y de mediana edad barre y se mueve podría decirse que apresuradamente. Hay también dos mujeres jóvenes, chicas. Atractivas. Apenas pasan treinta y nueve minutos de la medianoche y es verano. Una hora perfecta para estar en un bar. Conozco muy bien el sitio, aunque no a la gente que lo lleva ahora mismo. El Chiringuito.

Siempre se ha llamado así. Es una suerte de contrata de lo que llamamos la Piscina de Banca en L. A. Mis padres compraron la casa aquí -actualmente es una urbanización que pertenece a El Escorial y antes perteneció a Galapagar- cuando yo tenía 18 años. Me recuerdo a mí mismo con esa edad, con el pelo largo, paseando desafiante, mirando por encima del hombro a los veraneantes a los que calificaba de "pijos". No solíamos venir mucho por aquí, por la Piscina de Banca, porque había una segunda piscina, el Club, que era para los niños más bonitos... y yo era uno de ellos, tanto que hasta me permitía llamar a mis iguales "pijos". 

Ahora, sorprendentemente, es el último bar que cierra en la zona. Hay casi media docena de bares en un puño de terreno. Muchos de mis amigos son asiduos a este. Yo no lo soy. Lo que me gusta y atrae es pasear por la noche, en cualquier sitio, en cualquier ciudad. Pero a veces es placentero estar sentado en una silla al fresco rodeado de seres humanos. No sólo fantasmas, que son quienes me acompañan normalmente en mi feliz deambular.

Es un buen sitio. Nadie se equivocaría si lo decide recomendar. Así que yo voy a hacerlo, sin nada que perder o que ganar. Urbanización Los Arroyos de El Escorial. El Chiringuito. Un sitio agradable. 

Hay dos niños pequeños corriendo sobre la generosa superficie de cemento que desemboca en una cancha de baloncesto. Niños pequeños. Futuro. Felicidad. Sí, lo recomiendo. De ningún modo aquí se está nada mal. 

La familia, con los dos niños pequeños, se va ya.

Yo salgo a la vez que Queles y Sara, padre e hija. Los responsables de la suave magia de este lugar.

Excelsior

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