De repente la calle se llenó de superhéroes

31 de Mayo de 2020
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banksy superhéroe

Comenzó a suceder justo cuando parecía que todoscaeríamos panza arriba; uno a uno como diminutos insectos expuestos a aerosolesde fórmulas avanzadas: “Eficaz alinstante.Mata incluso los mosquitosque no se ven”.

Carolina pasea sin rumbo fijo por Madrid.Caminar por caminar, teniendo en cuenta las restricciones de movilidad de lafase cero coma uno ¿O era menos uno?

Y de pronto: Él. Incrédulase frota los ojos, parpadea y enfoca de nuevo. Toma una profunda bocanada deaire y durante unos segundos contiene estupefacta la respiración.

-¡Unsuperhéroe!

Increíble pero real, de carne y hueso, auténticocomo el aire caliente y pegajoso que agita al desplazarse. Un legítimosuperhéroe con capa y espada que transita a pie por la Plaza del Marqués deSalamanca; con tanta normalidad que a Carolina le hace dudar, teniendo encuenta que lleva el traje puesto.

Consciente de que la dimensión del descubrimientopodría ser merecedora de la portada de los periódicos del día, voltea asombradala cabeza a un lado y otro, echa una mirada al frente y siempre a su espalda. Nohay reporteros a la vista, al menos de momento y ninguno de los transeúntes quea esas horas desgastan ociosos el pavimento, parecen haber visto al superhombreen acción.

-Todoen orden por aquí, vocifera la ciudad.

-Alo mejor solo le veo yo -piensaCarolina-y le imagina bajo una capa de invisibilidad que le aísla del exterior y lepermite preservar el anonimato.

Decide caminar tras él, con cuidado, con distancia,con astucia; no desea que la detecte. Anhela presenciar el desenlace de unasuerte de escena de película, comic o novela de acción, en la que el superhéroederrota al villano que ambiciona dominar el mundo y devastar la ciudad. Suenamúsica a lo lejos. La banda sonora de la secuencia.

El pulso firme del corazón de Carolina revelauna inquietud ingenua y espontánea directamente relacionada con el misterio queenvuelve al insólito personaje. Es algo así como el cosquilleo que de niña, jugandoal escondite, se instalaba inevitable en elabdomen, segundos antes de ser descubierta y echar a correr; un relámpagomágico que cortaba la respiración y congelaba la sangre durante una pequeña eternidad.

Algo importante va a suceder.

Así que continúa tras él a lo largo de Ortega yGasset con la vista clavada en su espalda. Carolina se esfuerza por identificarla simbología de su traje. No es Superman,ni Batman, no es Thor ni el Doctor Strange.El superhéroe del siglo veintiuno es un tipo entrado en años y -por qué no decirlo-, también en quilos. Lleva un “antifaz” negro que le cubre la sonrisa,chaleco amarillo, Levi´s granates y Converse blancas de cordones rojos, -poco prácticas para el combate-, superarmas en las manos y superpoderes en lacartera.

La capa del héroe se despliega a su espalda comouna enorme bandera enarbolada en el mástil más alto. Ondea con el vientodejándose llevar por los vaivenes de cada embestida, que la sacuden con fuerzade derecha a izquierda y de izquierda a derecha, acompañando en cada revés elmovimiento de su cuerpo con poderío y nobleza, como un auténtico romano.

La tensión crece, las expectativas aumentan, losnervios florecen, la incertidumbre acecha en cada centímetro que Carolina recorretras él. El superhombre aprieta el paso y gira a la izquierda por Núñez deBalboa. Durante unos segundos le pierde de vista. Carolina acelera. Teme que latensión del hilo invisible que hasta ahora les une -tirando de ella-, termine por romperlo, así que rodea conurgencia la esquina de la calle, deseando encontrarle al otro lado para poderpresenciar el duelo a muerte. La derrota del microvillano, el fin del encierro,la salvación del individuo y ¡por fin la normalidad!

Emocionada por las expectativas se incorpora aNúñez de Balboa donde de pronto le engulle la multitud de percusionistas decazuela y cuchara que en ese momento abarrotan la calzada. El ruido esenloquecedor. Decenas de individuos golpean el metálico menaje, al ritmo delhimno y gritos de ¡Viva España! La calle llena de superhéroes con banderas yarmas en los bolsillos; las mismas que su hombre.

La ilusión que Carolina depositaba en elsuperhéroe se derrite sin remedio, formando uncharco a sus pies que se escurre por la alcantarilla más cercana. Se retiradesencantada. Las banderas no sanan, ni vacunan, ni resucitan. El colmo de laestupidez humana da más miedo que vergüenza.

La derrota del microvillano quedará para mañana.

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