Las buenas compañías II

12 de Junio de 2020
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Sobre lo que pasó o pudo pasar después, sontantas las lagunas que aun amenazan sus recuerdos -los de ambos-, que quizás ni ellos mismos sean -ni ella ni el Tigre- capaces de recomponer jamás aquella turbia noche,desesperada noche, confusa noche … diminuta noche.

La madrugada llega cuando Carolina menos se loespera. Se come la oscuridad, las sombras y los fantasmas. A cambio los rayosluz de la mañana recién estrenada, atraviesan punzantes sus pupilas aundilatadas, sin que Carolina pueda evitar el mar de lágrimas que brota aborbotones de sus ojos doloridos y cansados.

El tic tac de su reloj de muñeca suena como untemporizador que anuncia que la bomba de su cabeza estallará en cincuenta segundos.Justo cuando el tiempo parece haberse consumido, el esmarfon vibra entre susmanos. Le revienta la cabeza, le bombea a mil por hora el corazón.

La pantalla del terminal se activa camino de lalínea paralela de sus ojos.

La noche ha sido larga y confusa. Miles deimágenes descontroladas regresan sin sentido a su consciencia, como la tira de negativosde un carrete enredado; clichés en blanco y negro reveladores de los minutosrecién extinguidos; piezas de un puzle que Carolina es incapaz de armar.

Se acaricia el pelo, los brazos, las piernas.Mordisquea la epidermis de los labios aún inflamados y los recorre con la puntade la lengua en busca de las huellas de una noche delirante, que regresa una yotra vez en forma de pequeños destellos. Instantáneas de apenas una milésima desegundo, tan reales que consiguen que su cuerpo reaccione, recuperando en cadaresplandor el sabor a bourbon y tabaco de otros labios; el delicioso placer dela penetración de unas manos obscenas, el cosquilleo por el contacto de unapiel tibia y acogedora, el fuego, la culpa, el placer, el exceso, la indecencia.Carolina cierra los ojos y sonríe.

En ese instante reacciona. Se ubica. ¡Estoy enla estación! ¡Estoy en AVRIL! ¡Dios mío! ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Sobre el suelo de la cabina las pruebas queevidencian el desfase de la noche anterior. Pruebas que la comprometen. Sabeque podría perder su trabajo por algo así.

De un brinco se pone en pié. El inocentemovimiento libera los olores atrapados bajo su cuerpo, en su desmadejadovestido y sobre su piel recién estrenada. Con ellos regresan los destellos de lalocura instalándose en su retina en forma de sensacionessin sentido que en un instante le desordenan la piel, la mente y el corazón.

El motor de la máquina está caliente; tanto queaún se percibe en la cabina. En su recuerdo una imagen clara y sorprendente: elvelocímetro de AVRIL. El detalle es claro e inequívoco: cuatrocientos quilómetrospor hora.

-¡Hostiaputa! -maldiceasustada.

El sonido de un tren que entra en ese momento enla estación y se detiene en la vía paralela a la de su AVRIL, le trae unaimagen reveladora que le devuelve a un episodio ocurrido anoche: Carolinavisualiza los mandos del tren en sus manos, los raíles al frente libres yparalelos como una autopista hacia el abismo y la máquina perforando laoscuridad a una velocidad obscena y prohibida. Sobre sus pechos el calor deunas manos habilidosas, en su cuello el cosquilleo de unos labios revoltososescalando hasta la comisura de su boca, el sabor de un trago de bourbon ysaliva que se vierte de boca en boca sobre su lengua y en su recuerdo el ruido,la velocidad, el peligro, el deseo y la magia de una noche perfecta con el tipoperfecto.

-¡Estoyloca! Grita eufórica en voz alta, loca de remate

Solo ahora es consciente de haber corrido el riesgode perderlo todo. De haberlo arriesgado todo. Y sin embargo no le importa. Larepentina evocación de la locura de dos cuerpos desnudos y enredados mientras eltren vuela sin control al infinito, el calor de otro aliento sobre su cuerpo,el gemido acompasado de sus gargantas cuando llega el final y la certeza depoder perderlo todo en un coctel molotov tan peligroso como mortal, la excitanbrutal y contundentemente. Tanto, que Carolina explota de nuevo.

Las cosas pasan por loque parecen,

No por lo que son.

Decía el mensaje del móvil.

Carolina se recompone, se coloca el vestido, seatusa el pelo y se colorea los labios. Sobre el suelo pegajoso y desordenado dela cabina del tren descubre un puñado de papeles dentro de una carpeta decartulina amarilla. Parece un manuscrito, un libro, una ópera prima cuyo títulole resulta familiar.

Eltítulo de tu nuevo libro, escrito por Tigre Manjatan, -dice la portada.

Sonríe, recoge el manuscrito y sale a hurtadillasesperando que nadie la reconozca.

(Basadoen el personaje de la novela @TigreManjatan(escrita por Javier Puebla), personaje con vida propia; noctívago,borracho, cronista de sucesos en Mad Madrid y escritor de varias novelas deéxito; la última de ellas, la maravillosa Pelonegro).

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