Perdemos la vida por miedo a perderla

16 de Octubre de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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soledad

Una buena amiga me dijo hace unos días: «perdemos la vida por miedo a perderla». Profundo, ¿verdad? La vida también es tiempo. Tiempo que perdemos en multitud de cosas, emociones que duelen y provocan ese vértigo que nace del miedo. Y cuando el tic tac dice «se acabó», nos entran todos los males por dentro.

Cuántas veces no hemos dicho u oído: «perdí un gran amor por miedo; perdí un trabajo, que era la oportunidad de mi vida, por miedo; perdí decirles a mis padres cuánto los quería por pudor o por considerarlo innecesario; temí ser feliz porque algo malo iba a presentarse». Y así, podríamos hacer una lista interminable en nuestras vidas. En unos casos, por desconfianza a malgastar nuestra libertad, nuestra zona de confort, por recelo a un desengaño, por arrogancia, por cobardía, por cuántas cosas más que nos hacen desaprovechar vida en la vida.

Y es que, en muchas ocasiones, subsistimos y no vivimos por miedo a perder lo poco o mucho que tenemos. ¿Y eso es vivir en plenitud? No, es perder la vida por miedo a perderla.

Amar lo que no es para nosotros, lo que perdemos aun habiéndolo intentado, lo que nos ciega y no es bueno para nosotros, los resultados adversos, etc., no es desperdiciar el tiempo, y mucho menos perder batallas, es vivir eligiendo nuestro camino de vida. Lo importante no es ganar, es participar.

Pedimos señales del cielo que nos indiquen que una elección es la correcta, porque así aventuramos menos de lo que estamos dispuestos a arriesgar, y el cielo no responde con rebajas del 50%. Dice el refrán que «quien tropieza y no cae, adelanta camino» y el refranero español no falla. Vencer las dudas con la propia experiencia de vida es saber que ya tienes respuestas que sirven de ejemplo para tu existencia, jurisprudencia propia que demuestra que, tras una caída, seguimos adelante, nos levantamos una mil veces, y eso nos hace ilimitados e invencibles, sabiendo de antemano que lo único que nos vencerá definitivamente en la vida, es el momento final, cuando se nos dé la oportunidad de hacer un resumen de nuestro vivir.  

Y estar muertos en vida por miedo a perderla, sin arriesgar, es un defecto que el ser humano lleva intrínseco. Por eso admiramos tanto a los emprendedores, a los nómadas que hacen de su hogar el mundo, a los misioneros que ven en la generosidad más absoluta una forma de vida. ¿Entonces, qué? ¿Deseamos perder nuestro precioso tiempo por pavor a los resultados? Perder también es ganar.

Alguna vez escribí que el amor no vivido no mata, pero lo hace poco a poco. Y el sentido de esa frase es mi leit motiv. El que vive con amor a la vida, lo hace en la entrega más profunda y eso desgasta en esfuerzos, rompe el corazón cuando no es entendido y te arranca la alegría de vivir en algunos instantes dolorosos. Sin embargo, cuando pasa esa primera fase, lo vivido es tan intenso que ganas en vida, ganas en experiencias y ganas en tu ser más íntimo. Pero el que no vive con la valentía que regala el camino del amor, se pierde rematar la faena, disfrutar del camino o del resultado; se pierde vivir a pleno pulmón, y lo hace a pequeñas bocanadas viciadas de intereses. En definitiva, perderá la vida por miedo a perderla.

Tenemos el libre albedrío para caminar en la vida por las páginas que deseamos escribir, y si las vamos rellenando con renglones bien sentidos, crearemos la mejor de las historias, aquella que deja huella y deseas releer.

El tiempo se agota en la incertidumbre de saber cuántos minutos le quedan a nuestro reloj de arena; hagamos que nuestros tiempos sean de verdad, sin ataduras ni miedos que no nos permitan vivir en plenitud, en armonía con nuestros valores y principios, en el baile perfecto entre lo mío y lo vuestro.

No es fácil, pero tampoco es imposible.

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