¿Quién me ha robado el buen amor?

11 de Abril de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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desamor

Igual que a nuestro poeta urbano Sabina le robaron el mes de abril, tengo la impresión de que a nosotros, a mí, nos robaron el “buen amor”. Somos ustedes y yo unos navegantes intrépidos en las mareas de la primavera, y digo intrépidos, porque nos proponemos sentir aun a sabiendas de que tenemos cercenadas las libertades más básicas para fecundar un buen amor, llámese amistad, familia o pasión. Es sabido que no podemos tocarnos, mucho menos besarnos, y si me apuran hasta respirarnos, porque no es posible olfatear ni el perfume sutil de los cuerpos a dos metros de distancia. Pero seguimos buscando la ola perfecta, bien que me pesen las caídas que indignamente me profirieron todas las olas que mi tabla romántica decidió coger. Y, aun así, yo intento encontrar el buen amor que tan preocupada me tiene. Bueno, a mí y a usted, que ya somos demasiados los corazones solos y muy pocos los corazones en compañía.

Nos prometieron ser amados desde niños: nuestras amorosas madres en su delicada y femenina forma de sentir nos leían cuentos maravillosos de príncipes y princesas y castillos encantados; el cine también nos invadió de amores imposibles fraguados bajo el sensual rito del baile, o las desnudas manos acariciando la arcilla derretida en el deseo, o el aroma del jabón y la cálida agua que le ayudaban a él a enjabonar la melena de ella en África. Pero el buen amor se distorsionó, y al hacernos maduros nos enseñó que queda relegado al estrés del trabajo, de la posesión, de lo material, de la infidelidad, del egoísmo, y finalmente de la pandemia. Si tras administrarnos la sustancia nociva que previene, nos dan suelta en los meses venideros, ¿cómo será el buen amor?

Ustedes no me conocen, escribo por primera vez una columna en este prestigioso medio que es Diario16; pero soy una mujer de esas que creen y sienten que el amor puede serlo todo, que invade todo, y alimenta el alma. Es por lo que, a mi modo de ver, sin olvidar que me robaron el buen amor de juventud, existen vacunas maravillosas para llegar al buen amor en la pandemia. Y si me lo permiten voy a resumírselas.

El buen amor comienza en usted, sí, en usted lector de este diario. Cada mañana abre los ojos, los suyos, respiran sus pulmones con plena consciencia y bosteza con una leve sonrisa, porque está vivo. Incluso tocando el espacio vacío de su cama, usted sabe que no está solo, tiene un alma que habita en usted y nunca le abandonará. El buen amor sigue a su lado en el café que saborea en el bar de la esquina, y que milagrosamente sigue abierto, y le atiende con una sonrisa que abraza y agradece que usted vuelva allí a tomar café. Como todos los días. Está en el compañero de trabajo que no es feliz en su matrimonio, gastando mal encare cuando se dirige a usted, pero que ahora, después de haber probado la soledad del teletrabajo, le parece el “tío más fenómeno del planeta”. El buen amor está en el periodista que diariamente le cuenta los contagios y fallecidos en nuestra piel de toro, aparentemente tranquilo y locuaz, pero consciente de que no tiene la única gran noticia que esperamos todos: “Terminó la pandemia”. El buen amor está en la comunión que harán nuestros hijos, sin fiestas orquestadas, incluso sin la familia más directa, esos abuelos que viven en otra comunidad y a quienes no se les permite viajar pese a estar vacunados. El buen amor, en fin, está en todo lo que vemos con nuestros ojos de amor, sin más. Porque no se le olvide, mi querido lector, que no es cómo ven el mundo los otros, si no cómo nuestro corazón mira a través de nuestros ojos.

Siempre suya.

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