Santa es la semana, la pasada y todas

24 de Abril de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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semana santa

Se acabaron las velas en la calle, los inciensos portados por acólitos que alborotan los recuerdos de tradiciones bebidas en los cántaros de nuestros padres y abuelos, el olor a santidad que, a golpe de campana del trono eleva las plegarias al cielo por cada levantá de los costaleros.

Los corazones se encogen y los más sensibles no reprimen que se escape una lágrima de gratitud por los dones recibidos, de devoción por la imagen venerada y de anhelos por los que nos enseñaron el sentido de esta Semana pasada tan Santa y especial.

Volver a la patria chica, volver al genoma que nos hace sentirnos parte del sonido del campanillero que anuncia que ya está aquí de nuevo, del Nazareno o la Dolorosa, de la Soledad que ya no está tan solitaria en nuestra alma, envolvernos en el manto de la fe que, quien siente, recuerda que Dios se hace hombre de nuevo para sanar nuestras almas.

Esa es la semana que, año tras año, nos recuerda qué somos, qué necesitamos y hasta dónde deseamos ser nuestra mejor túnica púrpura.

Pero ahí no acaba todo hasta el año próximo. Comienza en estas Pascuas el camino de cada Semana Santa, pues cada día nos entrega un nazareno en quien nos pide que le tendamos una mano, cada día hay un costalero que nos sube hasta el cielo con el amor que nos entrega, cada día hay hermandad en forma de amigos que nos hace caminar al son de una marcha de cornetas y tambores.

Dicen que la fe es de unos pocos, que solo el que ama a Dios entiende de tronos y liturgias. Pero yo veo en cada semana del año que todo el mundo quiere un pedazo de amor para sí mismo, y otro cachito de perdón para seguir llevando la cruz de guía de cada día. Yo veo que el sentimiento de unión en las parejas, amigos, hijos, trabajos… levanta los días grises haciéndolos brillar más que el sol. Yo siento que cada día forma parte de cada santa semana que se nos regala en forma de ojazos abiertos, de ternura en las manos e incienso en las palabras que regalamos.

Hasta el año próximo los tronos hacen guardia en cada iglesia, las velas se encienden en el templo y los propósitos se acumulan en el corazón. Sin embargo, en este domingo que tú me lees y yo te escribo, tenemos otro manojillo de romero en el alma, otra oportunidad para realizar nuestra propia chicotá levantando nuestro amor al son de la marcha de la vida hasta que volvamos a descansar el corazón en la próxima Semana Santa.  

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