¡Trágame, tierra!

10 de Abril de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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tontos estación

Lentos, absurdos, erguidos y orgullosos en exceso, así nos vemos los unos a otros en una guerra absurda de poder y empoderamiento. Y digo, sí, empoderamiento (palabra tan encumbrada en los últimos años), porque cuanto más espacio ocupas tú menos dejas para el otro.

Llevo días observando a mi alrededor, en televisión, en las redes y en el propio día a día, que la imperatividad del yo está llegando a niveles máximos; incluso se justifican ataques, investigaciones fraudulentas, mentiras a boca llena con la única finalidad de no perder el puesto o lugar que creemos ocupar.

Siendo curioso, como a la hora de definirnos quiénes somos, unos optan por hacerlo en base al grupo al que pertenecen, por ejemplo: soy escritor, músico, abogado... y otros deciden hacerlo en cuanto a sus cualidades: soy simpático, empático, accesible, tímido, etc. Y según a los grupos calificativos a los que se asemejen nuestras definiciones, somos vistos por los demás a modo de cliché preestablecido.

Y ahí comienza la primera acepción del “trágame, tierra”, cuando juzgamos si una persona pertenece o no a tal grupo, porque en función a su forma de actuar y llevar a cabo sus dotes cualificadas, decidimos si es de los que despuntan o dan vergüenza ajena. Porque, aun actuando dentro de sus roles, no es pluscuamperfecto y ridiculiza (siempre a los ojos del otro) lo que debiera ser por propia definición. Cuando el semejante se manifiesta según sus aptitudes, según su interior o su propio conocimiento, no siendo pluscuamperfecto, no se mira ni valora su valentía para hacer el ridículo, ni se hace loable el esfuerzo exigido, simplemente nos avergüenza el resultado. Quién no lo ha sentido en una reunión de amigos, o en familia cuando el político de turno quiere hacerse valer con el plato de los domingos.

Somos un constante “trágame, tierra”, ya no por los ajenos, sino por nosotros mismos también. Porque hemos dicho la frase inoportuna, porque nos hemos puesto un color llamativo, porque siempre nos sale la pregunta fuera de tiempo, porque hemos tropezado en lo más llano, porque cuando quieres ser excelso sale tu versión más inútil, porque, porque, porque….

Pero los mejores “trágame” son cuando el ridículo lo hace quienes más queremos, pues entonces a la risa, el cachondeo, el descrédito se mofa y multiplica, pero siempre con amor y como anécdota para recordar todas las Nochebuenas.

Y digo yo, ¿acaso no somos humanos y todos erramos? Recuerdo la primera vez que, bailando como loca con mis buenas amigas de juventud, se me rompió un tacón. Iba coja por la calle, mis andares de madeimoselle se vieron transformados por otros de potranca y ante la propia vergüenza, cogí un taxi y me fui a casa, perdiéndome el resto de la diversión. ¿Hice lo correcto o el ridículo del contexto mandaba sobre mi decisión? Si fuera ahora, me descalzaría y seguiría bailando, porque mi grado de bienestar supera mi pavor al qué dirán y mis propios “trágame, tierra”.

En definitiva, si vas a entonar un constante “trágame tierra” por tus hazañas y las ajenas, hazlo al menos con un final de frase que te haga sonreír “trágame, tierra y escúpeme en la playa”.

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