Creo que nunca he visto una obra de teatro que me haya gustado tanto, que me haya impresionado tanto.
He visto cosas maravillosas en teatro, por supuesto, pero NUNCA NADA QUE ME DIESE TANTA SENSACIÓN DE VERDAD.
Estaba allí, en la Sala Verde de los Teatros del Canal, y me lo creía todo, tenía la sensación de que estaba viendo un trozo de realidad a través de una ventana. Al terminar me costó un instante recordar, darme cuenta, que estaba en un teatro, que no estaba viviendo una experiencia de primera mano, viendo –repito- una verdad.
El texto sobre el que se apoya la obra es una maravilla, y sin ese texto, sin esos cimientos, el edificio, el viaje, el barco… no habrían sido iguales, porque es un texto, de la también novelista Vanesa Monfort, capaz de transmitir y sustentar lo que sea necesario. De hecho la autora ya lo utilizó como columna vertebral para una de sus más afamadas novelas: MUJERES QUE COMPRAN FLORES.
Pero si el texto es una maravilla, la puesta en escena, la producción, es sublime. Única. Deslumbrante. Algo dificilísimo, porque en el escenario están de verdad un barco y el mar, y alguien que tiene miedo, mucho miedo, pero que aún así sigue y avanza y lucha.
Y si dificilísima es la producción, no menos difícil es la interpretación DESLUMBRANTE de Cuca Escribano, LA ESCRIBANO, quien además es la productora de la obra, quien ha hecho posible que EL SÍNDROME DEL COPILOTO haya llegado a los escenarios y nosotros, los simples mortales, los espectadores, podamos ser testigos de tamaña maravilla.
En el escenario hay un barco, como ya he dicho más arriba, sobre el que cae la lluvia y descarga la tormenta, un barco que es golpeado por las olas y que se mueve todo el tiempo, en suma: un barco de verdad, más que de verdad.
Sólo al terminar la obra fui capaz de tomar consciencia del brutal trabajo físico, entrenamiento duro y largo, al que han debido someterse los actores Miguel Ángel Muñoz y Cuca Escribano, sobre todo la segunda, que prácticamente está en escena los noventa minutos que dura la representación encima de ese barco, que es igual de barco, o más, que los que vemos navegando sobre el mar o anclados en un pantalán.
Mi aplauso a todos, a Vanesa Monfort, que amén de la autora también dirige la obra, a los técnicos de luces, a quienes hayan ideado la tramoya, a los encargados del sonido… a todos los que han participado en EL SÍNDROME DEL COPILOTO. Pero mi aplauso sobre todo es para LA ESCRIBANO. ¡Qué bárbara! No sólo por la actuación sublime e inolvidable sino porque también ha sido ella quien ha puesto los mimbres para que un viaje imaginario en un barco se haga realidad –sí, realidad– sobre las tablas de un escenario.
Lo he dicho al principio, pero lo voy a repetir:
Creo que nunca he visto una obra de teatro que me haya gustado tanto, que me haya impresionado tanto. En cuanto termine de dictar este artículo voy a empezar a buscarme la vida para ir a volverla a ver.
EL SÍNDROME DEL COPILOTO estará hasta el 24 de abril en los Teatros del Canal de la ciudad de Madrid. Mad Madrid.
(Mecanografía: MDFM)