Según dijo Platón “Todo lo que nace proviene necesariamente de una causa; pues sin causa nada puede tener origen”.
Yo empecé a ver la segunda temporada de la serie Merlí como causa de la gran primera temporada, es decir, el origen de Merlí, una serie que me sorprendió gratamente por sus enseñanzas filosóficas explicadas de una forma tan original que ni los alumnos del instituto donde se impartían las clases de filosofía ni yo, podíamos apartar la mirada de aquella genialidad de explicaciones.
Cuando supe que se estrenaría la segunda temporada de Merlí, esperé ansiosa su estreno para seguir empapándome de esos grandes presocráticos y sofistas, de esas teorías tan fáciles de entender y tan reflexivas.
Vi el primer capítulo de la segunda temporada y supuse que seguía con la esencia de la primera temporada, pero solo hicieron falta dos capítulos más para darme cuenta que no tenía nada que ver. Lo único que me hizo pensar que sería igual, fue la aparición del profesor Merlí en el primer capítulo. El actor español Francesc Orella Pinell hizo una magistral interpretación de un profesor de filosofía con una vida medio caótica y excéntrica, pero una mente llena de sabiduría y, sobre todo, mucho amor por su trabajo.
En algunos capítulos de la primera temporada, cuando sonaba el timbre de finalización de las clases, sus alumnos no se movían de sus asientos, seguían debatiendo, y lo más importante, seguían pensando. Sí, en el mundo en el que vivimos, ya no se piensa, no hay tiempo para la reflexión, incluso está mal visto que te tomes tu tiempo para contestar algo.
Ahora bien, no entiendo cómo han podido destrozar una gran serie que fue encumbrada al éxito gracias a las enseñanzas filosóficas, para convertirla en una auténtica vulgaridad.
Una segunda temporada no apta para menores y realizada para otro tipo de público.
Qué triste que la inteligencia tenga fecha de caducidad y derive en una serie llena de sexo y sin demasiada sustancia.
En mi opinión, creo que han escrito una lista con todos los problemas sociales de la actualidad, con todos los puntos controvertidos que la gente reclama simplemente porque está de moda y los han querido plasmar todos juntos en esta serie.
No sé si el que ha escrito esta segunda temporada se ha vuelto idiota de repente o simplemente quiere gustar a todo el mundo; pues a esta persona he de decirle, que cuando intentas hacer una tarta de chocolate, fresa, nata, vainilla, limón, naranja, frambuesa, coco, plátano, mango, cerezas, zanahoria, almendras, avellanas, galleta y miles de ingredientes más, la tarta sale asquerosa y al final no gusta a nadie.
La segunda temporada tiene poco de filosofía y muchísimo de sexo, más de la mitad del capítulo se lo pasan acostándose unos con otros; en vez de ir a la universidad a aprender filosofía, se preocupan más de mantener sexo entre ellos. Sexo entre homosexuales, bisexuales, heterosexuales, una chica que no se sabe si es ninfómana o simplemente lleva una vida doble en la que engaña a su novio con cualquiera. Bueno, y terminado el sexo, vienen los temas sociales como el de una profesora con problemas de alcohol, una chica con síndrome de Down, la diferencia entre la clase rica y desgraciada y la clase pobre y resentida, la tragedia de la inmigración, los amores imposibles, la explotación en el trabajo y la soledad.
Sí, lo sé, suena muy social e interesante, y no digo que no lo sea para quien se quiera pasar una hora viendo sexo, pero los seguidores de la primera temporada queríamos escuchar filosofía.
Sinceramente, lamento decir que no me ha gustado; es vulgar, forzada y, aunque deseen hacer una serie reflejo de la realidad, no lo han conseguido; los universitarios no son así, bueno, algunos lo serán, pero la mayoría van a estudiar, a intentar sacar unos estudios que los ayude a labrarse un provenir en un mundo donde el trabajo escasea.
No sé, me ha parecido una imagen de la juventud demasiado esperpéntica e injusta, un perfume demasiado concentrado y pestoso.
No recomiendo la segunda temporada, pero sí la primera. Qué pena ver morir un buen proyecto que podría haber sido fuente de inspiración para jóvenes y futuros filósofos, pero claro, que podemos esperar de una sociedad que no piensa.
Y yo, tras mucho pensar, puedo resumir la segunda temporada con una sola palabra “basura”.