Algunos piensan que Rafael Nadal es el mejor tenista de la historia. Si se toman los títulos ganados, especialmente los de Gram Slam, parece que el mejor es otro, Novak Djokovic. Si se hace una valoración de otro tipo, como influencia, estilo o cosas por el estilo se entra en el terreno de la subjetividad y ahí puede entrar John McEnroe o Nick Kyrgios. En España es posible que no vaya a existir un tenista como él y nivel deporte global desde luego debería estar en el podio peleando con otras leyendas del deporte (Ángel Nieto, Pau Gasol, etc.).
Lo que no puede ser es que la despedida esté siendo un constante arrastrarse por las pistas de tenis. Porque eso es lo que viene haciendo en estas dos últimas temporadas, arrastrarse. La sorpresa de 2022 (ganó el abierto de Australia y Roland Garros) le ha llevado dar una pobre imagen los siguientes años. Si ya no se veía físicamente, y el físico en su juego es un factor fundamental, debería haber aceptado la realidad y dejar el tenis mucho antes y de manera digna. Nadie le va a quitar del corazón y la mente de muchísimos aficionados al deporte, es una leyenda pero así no. Y lo peor es que perjudica a España.
Es posible que todavía España pueda pasar a semifinales de la copa Davis (en el momento de escribir este texto eso es posible), lo que queda claro es que Nadal no debe jugar ni un partido más. Puede quedarse para aportar su experiencia, como sustituto para el dobles o como homenaje a un enorme jugador, pero salir a la pista no. Se ha visto claramente que ya no es un jugador capaz como antes y cualquier otra situación no solo daña su imagen final sino que perjudica al equipo de todos, no solo de los nadalistas, en su conquista de la Ensaladera.
La derrota de ayer, contra un tenista normalito, es una despedida medianamente digna visto el destrozo que podrían causarle jugadores de mayor calidad. No es necesaria la humillación deportiva además de la imagen patética, en comparación con lo que se recuerda de él. Si nadie se atreve a decírselo, que le pasen esta columna, porque los palmeros nadalianos no le hacen ningún favor. Lo ha intentado, una vez más, y ha acabado mal el intento. Ahora a otra cosa, a disfrutar de la vida y dejar una imagen de leyenda del deporte español. Pero dejarse ver arrastrándose por las pistas no y se lo deberían decir con firmeza.