Despedirse

17 de Agosto de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Bolt
Un año antes de fallecer, Giovanni Sartori (1924-2017), escribió un libro que tituló “La carrera hacia ningún lugar”, en el que trataba de hacer una esquela póstuma del mundo que no iba a vivir, un mundo que aún seguía debatiéndose en una única salvedad, nosotros seguiremos aquí, hasta que nuestras absurdas relaciones dejen de matarnos.Las diatribas aunque puedan encumbrarnos como el único desecho execrable de este planeta, dejan resquicios que nos permiten continuar con esperanza. Sartori dejó un legado que, pese a las diferencias que sus posturas pudieran generar, sirvió para acrecentar el debate y abrir una huella por la que proseguir el camino. La obra del italiano con esa escala final, demostró que el hombre no solo vive del último suspiro, sino que los aplausos perduran allá hasta donde una vez pudimos llegar.La pasada semana en un evento que podría situarse en las antípodas, se evidenció que los elogios, son usados tanto para agasajar al más fino estilista, como al más raudo corredor, porque la vida del genio, tanto la del que hilvana letras, como la del que revienta cronómetros, es tan similar y a la vez tan diferente, que solo al observar sus estelas a lo lejos, pueden graduarse.
Los elogios, son usados tanto para agasajar al más fino estilista, como al más raudo corredor
Ocurrió en el tartán de Londres. Un tipo llamado Usain se entregaba a los anales de la historia, mientras la humanidad se rendía a su incomparable grandeza. En su evento favorito -los 100 metros-, ese en el que su figura parecía inviolable, vio como fue rebasado no solo por uno, sino por hasta dos corredores. Cuando llegó el turno de los 200, prefirió no participar, reservándose para el fin, la noche del 400, donde no importaba nada y el silencio se haría presente en las boquiabiertas fauces de todos aquellos que depositaban por última vez las miradas en él.Pero Bolt se postró, desecho en la pista, descendió de los altares, como si un rayo –el más certero de sus apodos- de Zeus lo atravesara para decirnos que él no era un Dios. Él llanamente no era de esta planeta, sus tiempos tampoco.El infortunio obligó al jamaicano a despedirse sin oro, sin pódium, sin crono. Recorrió su última vuelta de forma triunfal, como siempre lo hizo, pero de forma más pausada, aunque siempre con esa gran sonrisa y flanqueado por vítores y aplausos. Fueron los últimos metros de una carrera que esta vez, no iba hacia ningún lugar, solo a la eternidad.
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