Los caminos del Señor son inescrutables. Me llamo Tigre Manjatan, aunque se me conoce por el sobrenombre de El Tigre, y el noble don Larios tiene tendencia a referirse a mí como La Fiera. Escribo desde hace años sobre Fórmula 1, aunque de un modo especial: más acerca de las almas de los pilotos que de la materialidad de las máquinas, y hace un par de años comencé a escribir también sobre tenis al aparecer Carlos Alcaraz en el panorama. Nunca había pensado escribir sobre motos, porque en general ni siquiera sigo las carreras, pero sucedió hace una semana que Antonio el del estanco de la calle Narváez, que es casi tan noctámbulo como yo, me habló de la carrera de los Márquez Brothers en Tailandia y me dijo que tenía que verla.
La vi. Me pareció fascinante y escribí el primer artículo de mi vida sobre una carrera de motos.
Este es el segundo y casi me podría valer el mismo texto que utilicé para el primero. La inteligencia artificial lo habría hecho así. Pero como mi inteligencia, sea cual sea, no tiene nada de artificial y sí lo tiene todo de natural, simplemente dejo que fluya y dicto las palabras como van saliendo.
Los Márquez en la segunda carrera del año, Argentina, han repetido el mismo resultado que en la primera.
Primero y segundo. Y también ha seguido la misma la estrategia del gran Marc, que en ambas carreras se mantuvo al rebufo de su hermano y solo en las últimas vueltas lo adelantó para dejarlo atrás sin despeinarse.
De las carreras de motos, confieso que me impresiona el peligro real que ya apenas existe en la Fórmula 1. Marc Márquez, el más fabuloso de los fabulosos Márquez Brothers, sufrió una caída hace cinco años y solo ahora, 1800 días después, parece haber logrado volver a ser el mismo.
De momento no me sé los nombres de los pilotos ni las marcas de las motos y tampoco sé cuánto tiempo estaré escribiendo sobre este mundo que en un principio no es el mío, (aunque es cierto que tengo una excelente relación con mi Harley). Pero esa es otra historia.
De momento me he acercado con prudencia y respeto a mirar un mundo que desconozco y me he encontrado con los apasionantes Márquez, y en especial con Marc, que ha regresado al mundo de los vivos después de haber estado cinco años desahuciado, como si ya no le quedase ninguna posibilidad de volver a ser el primerísimo.
El pie en el aire, la rodilla rozando el suelo, la moto inclinada a unos niveles que parecen imposibles, y tras la máscara impenetrable que es el casco que llevan para protegerse, el alma de los pilotos: gente en parte como cualquiera de nosotros, pero al mismo tiempo gente excepcional por completo.
Los fabulosos Márquez Brothers. Fin del segundo capítulo.
El último fin de semana de marzo estarán los Brothers y todos los demás pilotos velocisimos en el circuito de las Américas. Yo, desde la distancia, estaré con ellos. Aprendiendo. Sin prisa y con el máximo respeto.
Tigre Tigre