Dice el poeta que no hay nada mejor que el hambre...cuando el hambre puede ser saciada.
Desde que a Carlos Sainz le comunicaron que no iba a seguir en Ferrari porque tenían a alguien mejor que él -mucho más famoso que él, con mucho más nombre que él- para ocupar su asiento, el hambre comenzó a roerle el cerebro y el corazón.
Tenía que demostrar que no, que aunque quien iba a sustituirle era el piloto con más carreras ganadas y más pole positions conseguidas en la historia de la Fórmula 1, en verdad no era mejor que él.
Él sabía que era así, que no hay nadie mejor que él. Pero al mundo no le basta que alguien lo sepa de sí mismo, tiene que demostrarlo. Y hoy, por fin, Carlos Sainz hijo, Carlos Sainz el joven Matador, ha demostrado al mundo y se ha demostrado a sí mismo que era capaz de saciar ese hambre que le roía el cerebro y el corazón.
Superior a todos. Superior a su compañero de equipo con un coche igual. Un compañero de equipo al que nadie pensó en expulsar de Ferrari. Superior al piloto que lo va a sustituir en la escudería de los coches rojos. O no superior. Porque no se trata de ser superior o inferior, sino de ser igual de valioso. Nadie vale más que otro, dice en uno de sus títulos un gran prosista español.
Y para colmo de bienes Carlos Sainz ha saciado su hambre en el mejor restaurante del mundo respecto a la Fórmula 1: el incomparable circuito Hermanos Rodríguez donde se celebra cada año el Gran Premio de México.
Ya puede dormir tranquilo, ya puede sentirse completamente orgulloso de sí mismo, como orgullosa se siente de él la afición.
Una carrera de maestro: habilidad, trabajo, persistencia y valor.
Órale, don Carlitos. Joven Matador. Campeón campeón campeón. Seguro que no tienes ningún problema para hacer la digestión.
Tigre Tigre