No te conozco en persona. Nunca hemos coincidido en un sarao y además yo soy un “Tigre Enmascarado”. Conozco, claro, como todos los seguidores del Antiguo Circo Ecclestone, tu trabajo espléndido y tu indudable capacidad para hacerlo y que resulte atractivo para cualquiera (incluso para aquellos a quienes las carreras les importan menos cien euros). Sé un poco más de ti a través del libro de Nira Juanco, que por cierto me encanta, aunque lo que más me interesa no es lo que cuenta sobre la F1 sino sobre ella misma y sobre las personas con las que se relaciona. Ese Antonio Lobato no es para nada el que, como espectadores, vemos. Pero no voy a extenderme sobre eso.
Seré breve y sintético. Alonso no sería para el mundo, y sobre todo para esa gran parte del mundo que habla español, el mismo si tú no existieras, si tú no hubieses tomado partido tan descaradamente, si no te hubieses implicado en la narración de su gesta. Pienso que esa narración es la gran obra de tu vida (conozco a muchos novelistas) y si ahora decides parar la dejarías inacabada. No se lo merece Alonso. No se merecen tus “lectores” que sea otro el escritor que acabe ese magnífico libro que durante veinte años has hecho jugando con la voz, el corazón y el cerebro.
Naturalmente desconozco las circunstancias. Pero aún que fueran malas… Me atrevo a decirte que eres tan guerrero y luchador como Fernando Alonso. Tú también te mereces a alguien que te cante; o que os cante a los dos, porque entre los dos lo habéis hecho.
Un guerrero.
Podría añadir más o sacar conclusiones utilizando expresiones como “con las botas puestas”. No voy a hacerlo. Ya me has entendido. Ojalá acabes el libro. Aguantes hasta que a Fernando le retire la implacabilidad del tiempo.
Disculpa que me meta en tu vida, pero al hacernos públicos de algún modo cedemos -incluso a quien ni siquiera conocemos- algunos desdibujados derechos.
Repito el ojalá.
Y me quito el sombrero, que casi siempre llevo, en señal de reconocimiento y respeto.
Tigre tigre.