Piastri, el héroe del día, el que en la carrera al Sprint venció al mismísimo Max Verstappen el día que se proclamaba por tercera vez campeón del mundo, está tirado en el suelo del "hospitaliti", como llaman los locutores españoles a la zona habitable en los grandes premios de Fórmula 1.
Tumbado en el suelo, sin importarle siquiera que las cámaras le estén filmando, buscando quizá no simplemente descansar del agotamiento infinito, de haber ido mucho más allá del límite de sus fuerzas, sino quizá también de algo de fresco. El instinto animal del hombre le dice que el suelo está más fresco siempre, que en algún lugar más abajo debe haber agua, agua muy fría, incluso si se está tumbado sobre paneles prefabricados montados sobre el desierto de Qatar
Qué locura espectacular Qatar. Ya lo fue en la carrera el Sprint, con tres coches de seguridad y volvió a serlo, sin parar, durante la Gran Carrera. Solo Max Verstappen parecía estar por encima de todo y de todos, incluso del desierto, aunque en el próximo envite dudamos mucho que el desierto tenga con Max tanta generosidad.
Porque incluso Max parecía un pollo sudado sobre el podium. No podía más. Ninguno podía más. Logan Sargeant casi se desmaya; y en las últimas vueltas el genial y siempre ambicioso George Russell dejó casi de luchar. En cuanto a Fernando Alonso: pidió que le echasen agua como en la época de Fangio, que le arrojaran baldes de agua por encima del monoplaza. Y se salió de pista porque aunque está más fuerte que jamás la de Qatar es una carrera inhumana; y por eso es tan interesante y genial.
Lo pienso y me cuesta creerlo. En mitad del desierto todos esos kilovatios y más kilovatios de electricidad. El desierto mordiendo el depósito de gasolina de Carlos Sainz y provocándole una fuga de combustible que no le dejó correr.
El desierto. La Fórmula 1. Qatar. Que combinación más inolvidable. Un gran premio que merece la pena tener grabado para de vez en cuando poderlo revisar.
Tigre Tigre