Se cruzan en el paddock de Silverstone bajo la lluvia. Yuki Tsunoda lleva un paraguas en la mano, Fernando Alonso solo su gorra verde de Aston Martin. Apenas caen ya unas gotas. Y es entonces cuando sucede: el piloto japonés busca la mirada de su ídolo de adolescencia, como si pudiera encontrar alguna clave en el que le ayudasen a sobrellevar el sufrimiento. La barba de Fernando Alonso ya muestra algunas canas, algo muy inhabitual en un piloto de Fórmula 1 de los tiempos modernos. Él también sabe lo que es sufrir coma sufrir por no tener el coche adecuado que le permita demostrar ante el mundo y ante sí mismo que en ningún momento ha perdido su deslumbrante talento.
Sin embargo desde Yuki es peor, es mucho peor. No se trata de que no tenga un coche capaz de ganar carreras o conseguir la pole position en la clasificación. Es un coche perfectamente capaz de lograr una cosa u otra como ha demostrado su ya mítico compañero de equipo, la máxima estrella del Gran Circo de la Fórmula 1 y actual campeón del mundo. Pero si Verstappen puede yo también debería poder, ha pensado un millón de veces Yuki Tsunoda. Él es un jinete capaz de cabalgar sobre cualquier cosa coman no solo sobre ponis o pura sangre coman él se siente capaz de cabalgar sobre ballenas o águilas o elefantes enloquecidos. Y sin embargo...
Por eso buscan los ojos de Fernando Alonso en el paddock de Silverstone bajo la lluvia, bucear en la mirada de su ídolo, quien con un gesto mínimo, un aleteo, le transmite su comprensión y apoyo.
Sabe lo terrible que que es la situación de su colega.
Si en Fórmula 1 la victoria no llega a causa de la máquina todos lo lamentan, pero también todos lo comprenden.
Pero si la victoria no llega a causa de que el alma del piloto no es capaz de dominar hasta el último milímetro de su bólido solo queda sitio para la desesperación, la tristeza y el abismo.
Enseguida Fernando Alonso se olvida del cruce de miradas ya tiene bastantes problemas en la cabeza para este extraño domingo.
Tigre Tigre