GP Silverstone: qué buena es el hambre

07 de Julio de 2024
Actualizado el 08 de julio
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Hamilton en Silverstone

Muy pocos aficionados a la Fórmula 1 actual pueden imaginar siquiera cómo eran las carreras en los primeros años de la categoría reina, cuando los coches ya corrían prácticamente la misma velocidad que ahora, pero sin algodones ni seguridad, ni tampoco normas excesivas.

La época en la que el primer piloto español a bordo de un Ferrari, Alfonso Cabeza de Vaca, Fon,  marqués de Portago, se subió a un podio,  precisamente en Silverstone. 

Pero eso lo dejamos para el final. Ahora estamos con el hambre. El hambre. Porque aunque muy pocos recuerdan al marqués de Portago, el marqués sin miedo, muchos de los aficionados actuales sí recordarán la voz de aburrimiento de Lewis Hamilton cuando ganaba gran premio tras gran premio en sus últimos cuatro o cinco mundiales. La misma voz de aburrimiento, o de satisfacción tranquila, que muestra Max Verstappen en la actualidad.

Pero hoy no. Hoy no había ninguna voz de aburrimiento ni satisfacción tranquila en Silverstone. Hoy Hamilton, tras cruzar la línea de meta, primero estaba eufórico y luego ha llorado. 
Ha llorado. 
Llevaba dos años sin ganar una carrera de Fórmula 1 y hoy ha llorado. Temía no volver a ganar nunca ninguna. 103 carreras y hoy a llorado. 

Porque tenía hambre. Había recuperado el hambre.

El hambre de victoria. 

Nunca vamos -desde las Almas y la F1- con el que va ganando todas las carreras, con el que se puede permitir el lujo de aburrirse. Vamos siempre con quien tiene hambre. Vamos con Fernando Alonso y hoy íbamos también con Lewis Hamilton, y por supuesto vamos siempre con Carlos Sainz porque sería maravilloso que consiguiese acabar el Mundial delante del hombre que le va a quitar el asiento y de su compañero de equipo: esa es su hambre.  Y también vamos con Checo y soñamos con que pueda saciar su hambre creciente.

Pero voy a acabar, como he prometido, contando algo que no sabe casi nadie. 

En los principios de la Fórmula 1 si se te estropeaba el coche otro piloto podía cederte el suyo. Y si el coche acababa puntuando se repartían los puntos entre ambos pilotos.

Así: 

Catorce de julio de 1956. Silverstone. Fangio va dominando el Mundial, pero Peter Collins aún podía arrebatárselo. El inglés va a la caza del argentino cuando se rompe su coche, su Ferrari D50, y se detiene. Alfonso de Portago, Fon, El Marqués Sin Miedo, entra a continuación en boxes y le cede su corcel, idéntico al suyo, otro Ferrari D50. Había cinco Ferraris en esa carrera.

Eran caballeros. Eran gentleman. Practicaban algo conocido como compañerismo. 

Collins entró segundo. Portago cuando le cedió el coche iba detrás de él. Subieron al podio los dos y ambos se repartieron los puntos. 

Tiempos magníficos. Porque aún hay más. Portago en esa carrera quedó segundo pero también quedó décimo. Con Castellotti.

Si quieres comprenderlo y saber los detalles te recomendamos que leas la novela El sabor del último beso. La lectura favorita de los miembros del CLUB FERRARI en este momento.

Tigre Tigre

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