Nadie lo habría dicho hoy. Lo normal era pensar que el Red Bull está hecho una patata, como demuestra el padecimiento de Yuki Tsunoda, y que por añadidura algo de zozobra habría en el corazón y en el pensamiento de Max Verstappen tras el fulminante cesen de su jefe de equipo desde que empezó a correr en Fórmula 1.
Pero no. A Verstappen le da un dos que echen a Horner, que se caiga al cielo, o que la madre del Norris le eche mal de ojo.
Él está ahí para conducir. Para conducir y para ganar.
¿Qué el McLaren es un coche muy superior? Bueno, eso ya lo veremos.
Segundo en la clasificación de la carrera Sprint en Spa. Y mañana seguro que seguirá enredando. En la carrera y en la clasificación grande.
Sus antifans, los actualmente llamados haters, tienen que resignarse y quitarse el sombrero ante el holandés. Porque todos quieren, todos queremos, que tenga posibilidades de luchar por el Mundial.
Queremos un Mundial que se resuelva en la última carrera. Y para eso necesitamos a Max.
Seguro que no nos defraudará. Él nunca se rinde y está convencido de que es el mejor. Lo ha demostrado muchas veces.
Nunca descartes a Max Verstappen, corazón.
Tigre Tigre