¿Porque en Red Bull se han dado tanta prisa en renovar a Checo Pérez y nada menos que por un periodo de dos años? ¿Por qué el viernes en los libres de Canadá el coche de Verstappen comenzó a echar humo y nadie sabía cómo afrontarlo?
Y sobre todo, apuntalando la segunda pregunta, ¿por qué no estaba Adrián Newey en el box de Max para solucionarlo?
La respuesta la sabemos todos. Al menos la respuesta a la última pregunta. Adrián Newey no estaba en el garaje de Red Bull porque Adrián Newey ya no está. Aunque su contrato siga en vigor hasta final de este año, aunque aún le vayamos a ver físicamente en muchos, o incluso en todos, los grandes premios. Pero sólo físicamente.
Su cabeza ya no está allí y sobre todo su alma ya no está allí.
El alma de Newey ya no es de Red Bull. Es suya y ya veremos si vuelve a mezclarla con las de otras gentes en el mundo de la Fórmula 1 o se dedica a coleccionar mariposas.
Lo que es evidente es que Red Bull sin Newey lo va a tener muy difícil para seguir siendo un equipo puntero. En mi opinión lo va a tener incluso imposible.
Por eso esa prisa por renovar a Checo.
Por eso a Max le están saliendo novias esperanzadas desde todas las partes del pequeño universo de la Fórmula 1. Porque todos piensan, pensamos, que MUERTO EL PERRO SE ACABÓ LA RABIA, que si Newey ya no sigue en Red Bull se les ha acabado el milagro.
Los nombres del piloto y la escudería ganadoras de esta temporada han dejado de estar claros. Incluso se han vuelto oscuros. Muy oscuros.
Oscuros como la tumba en la que yace Ayrton Senna. Senna, que murió conduciendo un monoplaza ingobernable diseñado por Adrián Newey.
Tigre Tigre