En esta ocasión nadie puede decir, ni siquiera el más mal pensado o el más retorcido de los estrategas, que Alexander Zverev prefirió reservar fuerzas para Roland Garros y no dio lo mejor de sí mismo en el atp500 de Hamburgo.
No fue así. El tenista alemán de origen ruso jugó con toda su alma, hasta el último instante, hasta el agotamiento, hasta las lágrimas de frustración al ver que no era capaz de derrotar al actual número 39 del mundo; un magnífico y sorprendente Alexandre Müller, su tocayo, pero en francés.
Müller, con 28 años, jugó con una voluntad y una brillantez excepcionales. Barrió literalmente a quien era el número 2 del mundo hasta hace apenas una semana, y a quien la excelencia de Carlos Alcaraz en el Open de Roma relegó al puesto número 3.
La derrota del alemán hace que Don Carlitos se aleje de él en el ranking ATP.
Dentro de unos días empieza Roland Garros. El mundo del tenis bulle como esas cazuelas que preparaba en los cómics de Astérix el druida Panoramix.
Los aficionados, si la marmita sigue bullendo, van a disfrutar enormemente. Y los comentaristas también.
Nos quitamos el sombrero ante el magnífico Alexandre Müller, jugando como lo está haciendo podría llegar verdaderamente lejos.
Y el primer paso sería ganar el Open de Hamburgo. A nadie le debería sorprender.
Tigre Tigre