Son maravillosos, inolvidables, los partidos de tenis en los que un jugador no gana simplemente por las continuas torpezas de otro, sino que ambos juegan como ángeles o como diablos o simplemente como seres superdotados y mágicos y en cada punto tiene que superar a base de habilidad e ingenio un tenista al otro.
Así ha sido el partido de Carlos Alcaraz contra Danil Medvedev en la semifinal del torneo de Beijing.
En el primer set, empatados a cuatro, ya se habían roto el servicio el uno al otro dos veces.
Alcaraz se estaba dejando el alma y estaba absolutamente inspirado y motivado, pero... Pero Medvedev también se estaba dejando el alma y también estaba absolutamente inspirado y motivado. Podía pasar cualquier cosa.
Iban cinco juegos a cuatro a favor del ruso en el primer set. Sacaba Alcaraz.
No iba a ser fácil para Charli igualar a cinco, a pesar de tener a su favor el servicio. Punto de infarto tras punto de infarto. Alcaraz iguala.
¿Vamos a llegar al tie brak?
0-30 a favor de Alcaraz sirviendo Medvedev. Un Medvedev que ya había empezado el partido con un lenguaje corporal un tanto derrotista y que comienza a desesperarse en este momento.
0-40. Tres oportunidades tienen don Carlos para romperle el servicio y ponerse 6-5. Lo consigue en la segunda por un fallo del ruso, que ya está empezando a flaquear seriamente.
Todo pinta bien para el genio español, pero aún queda mucho partido. Eso sí, el Mito del Palmar está pletórico y rezuma seguridad en sí mismo. Está decidido de que ese primer sea suyo, a cualquier precio. Y lo consigue.
¿Seguirá el gran tenis en el segundo set? ¿Conseguirá el ruso igualar a uno?
Levanto la mano y le pido a mi amigo Julián Chicheri, el dueño del bar El Ring donde suelo ir a ver, y a veces al locutar, los partidos, que me ponga algo de beber capaz de templarme los nervios.
Empieza el ruso sirviendo. Gana el primer juego sin problemas. Alcaraz gana el suyo en blanco. Y lo mismo hace Medveded con su siguiente turno de saque.
Ambos están cansados y reservando energía. O al menos eso parece. Y digo parece porque Medvedev vuelva a dar el do de pecho y se coloca por delante en el cuarto juego sirviendo Alcaraz.
"Ya quisieras tú, forastero".
El Muro del Palmar lo neutraliza y gana su juego.
Y va a por todas. Se coloca 0-30. Al ruso no le entran los primeros saques. Una bola de Alcaraz queda fuera por menos de un milímetro.
Pero en el siguiente punto una dejada mortífera noquea al ruso que no puede evitar un segundo bote de la bola en su lado de la pista. Y el siguiente punto es para verlo, necesitaría cinco folios para describirlo. Gran tenis. Grandísimo tenis, como hemos dicho al principio en el título.
Pero más grande el tenis de Alcaraz, que se lleva el juego y rompe a su rival otra vez el servicio. Esto ya está sentenciado, aunque Medveded, no se rinde. "Pues que no se rinda si no quiere". El nivel ya no es el mismo y Carlos tiene una bola de partido. Pero no es capaz de aprovecharla.
Vuelve el gran tenis, aunque ya están cansados ambos. ¡Otra bola de partido para Carlos! Eis de Medvedev.
Tercera bola de partido para Alcaraz. Y otro eis de Medvedev.
-Otro bourbon, por favor, Julián -pido al barman.
Cuarta bola de partido para Carlos Alcaraz. Y sí!!! Levanto la mano. -Invito a todo el mundo a una ronda.
Enorme Alcaraz. Pedazo de partido.
Tigre Tigre