-Alcaraz, si no falla, es invencible. A día de hoy, es el que mejor juega. Reúne todo, por todos los lados... -dice entusiasmado y casi sin aliento el Oráculo de la Raqueta (voy a llamarlo así hoy para no repetir en demasiados artículos su nombre).
Estoy totalmente de acuerdo, por supuesto. Pero, en mi optimismo, prefiero no estar de acuerdo cuando el Oráculo afirma que si fuese cuatro centímetros más alto su único golpe débil, o más exactamente su golpe menos poderoso, el saque, entonces sería imposible ganarlo. Pero ahí a nosotros nos sale apuntar que esos cuatro centímetros más de altitud quizá lo hicieran un poco menos ágil y rápido.
Recomiendo ver el partido a todo el mundo si no lo ha visto, porque es una maravilla. Y en ese caso mejor que no sigan leyendo, pues voy a explicar un par de cosas:
Sucede que en el primer set Draper le rompe el servicio al Mito del Palmar, y se coloca 4-2.
A todos se nos ponen por corbata. Estoy con mis amigos Montxo Dixie y Javier Prats en El Ring viendo el partido grabado.
Lo del partido grabado tiene el inconveniente de que puedes calcular por el tiempo que dura, si se jugará a dos sets o a tres sets. Dos horas. Eso significa dos sets, casi seguro. Y Draper le ha roto el servicio a Carlos.
Por corbata, repito. 4-2 a favor del tenista británico. Y entonces viene ese ¡Dios mío! que hemos clavado en el título. Alcaraz gana cuatro juegos seguidos, demostrando que el veredicto del Oráculo es inapelable. Y como remate, o guinda, se permite ganar el primer juego el siguiente set en blanco, y al resto. Julián Chicheri, alias El Ciervo, que es quien manda en el Ring porque para eso es el dueño, hace uso del pulgar y para la imagen con el mando.
-Ronda gratis para todo el mundo.
Yo sonrío, pero me vuelve el vértigo. Hay una frase del mundo taurino que me viene siempre a la cabeza en este tipo de momentos:
"Hasta el rabo todo es toro".
Sí, hasta el rabo todo es toro, y Draper es mucho Draper. Aun así, me pido un bourbon.
Y en efecto, queda mucho toro: un juego larguísimo, de unos diez minutos, y el Oráculo se pone cada vez más nervioso e inquieto.
-¡Se ha relajado!
En el Ring tenemos la ventaja de que sabemos lo que va a durar en el partido, cosa que no saben ni Carretero ni Mielgo, pero aún sabiéndolo se nos seca la boca a todos y los vasos se nos vacían muy antes de tiempo.
-Ojo, que sigue fallando Carlos -dice Mielgo con la voz encogida, y pequeña. El Oráculo guarda silencio.
-No te despistes con eso del tiempo, ya os han dicho que salta automático -insiste Mielgo, el Telépata, para que le escuche Carlitos.
Pero Alcaraz o no le escucha o no le hace caso. Doble falta.
Seguimos escuchando al Oráculo y al Telépata, pero en el bar no se oye ni una mosca.
Van iguales a dos en el segundo set los dos gladiadores.
-¿Le doy rápido? pregunta El Ciervo.
-¡Ni de coña!
Nadie bebe, nadie habla.
Chicheri le da rápido, sin preguntar, al mando para que pasen los anuncios. Estamos esperando el sexto juego del segundo set. Y el Oráculo nos cuenta que Sinner, el Pecador (y no sólo porque sea ese su apellido) ha ido a confesarse con el Papa y le ha regalado una raqueta al Sumo Confesor.
-Intenta mandar tú.
Ahora quién habla a don Carlitos es Juan Carlos Ferrero, que no necesita de telepatía para hacerlo.
Sin embargo Alcaraz no lo consigue. No está mandando, todos tenemos la boca seca, y Draper va delante.
Están inquietos el Telépata y el Oráculo.
-¿Y por qué no la lifta? -se cabrea don Robert, que también habla al chaval como si pudiera escucharlo.
-¡Vamos, vamos, anímate un poco!
Y Alcaraz le obedece y se anima.
Rompe en blanco a Draper, y remata con su saque.
¡Hemos ganado!
-¡Esta ronda la pago yo! -celebro, levantándome del asiento.
Dios mío, qué partidazo.
"Una final en toda regla". Ya lo había dicho el Oráculo al principio.
Tigre Tigre