En el último descanso del partido, justo antes de que se jugase el último juego que ganaría en blanco el Mito del Palmar, su rival, el yanqui Opelka, se sentía tan derrotado, tan planchado, que casi no era capaz ni de levantarse de la silla.
El Open USA ha empezado. El Open USA..., el primer Grand Slam que ganó Carlitos.
El tiempo. A veces pasa muy rápido y otras muy lento. Esta vez podría decirse que el tiempo ha pasado en buen y justo ritmo.
Tres años. Hace tres años era él, el chaval del Palmar, quien pedía a los comentaristas que le llamasen Carlitos.
Ahora el mensaje está bien claro.
A ver quién tendría lo suficiente de la tercera C del abuelo de Carlos para cruzarse por la calle con un tío así y llamarle Carlitos. Se me ocurre uno, un extenista que es de cerebro claramente limitado y al que se suele llamar por el diminutivo; pero probablemente ni siquiera él.
Hasta la sonrisa le ha cambiado. Sucede que cuando una persona parece distinta el mundo la trata de modo también distinto, y esa persona acaba actuando según le ven los demás, porque la realidad es para uno mismo una suerte de espejo.
Y en ese espejo que es la mirada de los otros, Carlos Alcaraz ahora ve a un tipo duro, luchador, seguro de sí mismo, que ha venido al Open de los Estados Unidos no a cumplir un sueño, eso ya lo hizo, sino a demostrar que se siente capaz de sentarse cuantas veces haga falta en el trono virtual que es ser el tenista número 1 del mundo.
(Tendrán que actualizar sus fotos los l... de Movistar, y ojalá, aunque desear de poco vale, trajeran para hacer de cronista en esta nueva gesta americana y abierta a Roberto Carretero. En el primer partido ha sido inevitable echarle de menos).
Tigre Tigre