Parecía que el partido contra Damir Dzumhur iba a ser un paseíto sin mayores contratiempos. Numero 69 del ranking, 33 años. Esos eran los datos.
Cierto que el tenista bosnio desde el primer momento se dejó el alma soñando con ganarle al menos un set al que después de Roland Garros este año probablemente volverá a calificarse como "el mejor del mundo"... Aunque aún queda mucha tela que cortar y muchas pelotas por mover.
Los dos primeros sets, ya digo, fueron coser y cantar. Don "El Mito del Palmar" tranquilo y absolutamente seguro de sí mismo.
Pero comenzaba a avanzar la noche.
La noche. Esas horas tan maravillosas para irse de marcha y que al joven Carlos Alcaraz le encantan. Adora la noche, como cualquier chaval de su edad. Para disfrutarla; pero no tanto para jugar al tenis.
Porque sucede que de noche, cuando cae la noche, las pelotas se hacen cada vez más grandes. Pesan más. Cuesta más moverlas.
Y así Don Carlitos en el tercer round del combate a raquetazos tuvo una bajona importante, y le entraron la pereza y la desgana, y sintió como le mordía en el corazón el desconcierto.
Tuvo que resetearse, poner la mente a cero una vez más, que habrían cantado Santiago Auserón y su Radio Futura, para enfrentar el cuarto asalto.
Un cuarto set que estuvo muy cerca de perder. Pero que muy cerca.
Aunque, como dicen los franceses: todo lo que acaba bien está bien: Tout est bien qui finit bien.
Aún -y qué alegría- nos queda mucho Roland Garros En la siguiente ronda a "Spiderman" Alcaraz le espera un auténtico supervillano que, aunque nunca hasta la fecha lo ha logrado, también se siente con fuerza y capacidad para derrotarlo: Ben Shelton, alias El Duendecillo Verde. Número 13 actual de ranking ATP.
La noche. Las bolas se hacen grandes. Cuesta más moverlas....
Es hora de descansar y tomarse un trago, divertirse, estar con los amigos y con uno mismo. Relájate y disfruta, hermano Carlos.
Tigre Tigre