Es un personaje fascinante. Un personaje de novela. Novak Djokovic.
Hace aproximadamente un año tuve la osadía y la torpeza de llamarlo despreciable. EL DESPRECIABLE DJOKOVIC titulé el artículo y se montó todo un escándalo. Con razón, porque Djokovic no es en absoluto despreciable, pero quizá sí que sea el diablo.
Y con el diablo me refiero a su capacidad de estrategia, a saber sacar partido incluso de sus debilidades, que las tiene, como cualquiera, aunque estadísticamente sea el tenista más grande de todos los tiempos.
El mundo vio su fragilidad cuando accidentalmente le cayó una botella encima hace no demasiado tiempo. Cómo se protegía y preocupaba. Con razón, por supuesto. Su cuerpo es su máquina, su nave, y es valiosísimo.
Que vaya a participar en Wimbledon este año es alucinante. Y es maravilloso. Y me hace sonreír y pensar que es tan grande como el diablo.
Hay quien dice que ni siquiera se ha operado del menisco; yo no lo sé y por supuesto no opino al respecto, pero en cualquier caso había desaparecido y dejado a sus rivales, principalmente a Alcaraz, relativamente tranquilos respecto a Wimbledon.
Y cuando ya nadie lo esperaba resurge de entre las llamas, sonriendo, modesto, tranquilo. Muy tranquilo.
-Si en cualquier momento veo que no puedo jugar al máximo nivel: me retiro.
El mensaje está clarísimo: si me encuentras en la pista, Carlitos Alcaraz o Janick Sinner, es que estoy en el máximo nivel.
Ojalá le veamos en la final de Wimbledon de este año
Nos quitamos el sombrero y aplaudimos con entusiasmo.
Tigre Tigre