Lo escribimos ayer, exactamente ayer, así que vamos a copiarlo más abajo de nuevo porque podría ser una explicación de lo que ha sucedido en la final del Cincinnati Open entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner.
Esto fue lo que escribimos ayer:
"A Sinner parece evidente que le ayuda alguna suerte de ingeniero de la química o la alimentación, al modo de Adrian Newey en Fórmula 1 con los monoplazas, para mejorar su rendimiento. Si se utilizan sustancias o métodos que no están prohibidos expresamente por la Federación Internacional de Tenis, no se considera dopaje."
Y lo anterior podría ser la explicación de lo que ha sucedido hoy: que al campeón italiano le haya sentado mal alguna pócima de Astérix mágica y, en lugar de hacerlo saltar hacia adelante, lo haya hecho saltar hacia detrás.
El partido ha sido un bluf total. No sólo Sinner estaba como "mal dopado", sino que también a Carlos Alcaraz no le entraban ni la mitad de los primeros saques.
Si antes de que se acabe un primer set de una final uno de los jugadores tiene que retirarse, habría que pensar en la posibilidad de buscar un lucky loser, alguien que juegue en su lugar. Y pensamos esto porque no estamos hablando sólo de deporte, sino de dinero, de muchísimo dinero. El muchísimo dinero que ya empieza en el precio de las entradas. Toda la gente que había pagado para ver una final hoy ha visto sólo flaqueza.
No es necesario comentar que a Alcaraz esta victoria le ha sabido a nada, aunque se llevará los puntos y el dinero..., para gran alegría de la hacienda norteamericana en primer lugar y de la hacienda española, en segundo. A él, ya es sabido, del dinero que teóricamente gana no le llega ni la mitad.
¿Encontrarán los ingenieros del cuerpo y del alma que trabajan para JS una nueva pócima para que se recupere y pueda jugar el último Grand Slam de la temporada?
Nos hemos quedado todos con las ganas. Y muy especialmente los ingenuos que habían apostado por el italiano porque era el gran favorito y se suponía que tenía todas las de ganar.
Bah.
Tigre Tigre