No podían estar más contentos. Ninguno de los dos. Ni Rafa Nadal ni Carlitos Alcaraz.
Tan contentos.
Ganaran el punto en juego o lo perdieran. Porque lo grande era la complicidad. Lo grande era no estar solos en la pista luchando contra otro titán. Lo grande era estar juntos. El choque de manos después de cada punto. Poder comentar. Enorgullecerse el uno del otro. Llevarse la mano a la boca para que nadie pudiera leer en los labios lo que se estaban diciendo.
Carlos Alcaraz y Rafa Nadal en la pista central de Roland Garros. Donde ambos han sido enormes por separado, y donde hoy han sido enormes juntos.
Todo alegría. Todo el mundo contento. Incluso me atrevería a decir que sus rivales, los argentinos González y Molteni también estaban contentos. Al cabo ¿quién mira los encuentros de dobles en tenis? Muy poca gente, apenas un puñado de aficionados a la especialidad. Pero hoy a González y a Molteni les miraba el mundo entero.
Ha sido un partido bonito y entretenido. Con puntos magistrales. Naturalmente todos los españoles lo hemos disfrutado muchísimo, pero no sólo los españoles: el mundo entero.
Era bonito verlos juntos. Dos generaciones codo con codo, raqueta con raqueta. Haciendo historia.
Dejándonos soñar con que existe la posibilidad de que se lleven el doble oro olímpico.
NADALCARAZ.
Tigre Tigre