Es humano. Quizás no sea justo ni deportivo, pero indudablemente es humano. Los seguidores de Carlos Alcaraz después de la derrota en el Open de Nueva York preferían que no fuese Novak Djokovic quien se hiciera con el trofeo. Querían ver perder al serbio. Aún sangra la herida de la medalla de oro no lograda en los juegos Olímpicos para España.
Querían verlo perder. Y por eso todos, o casi todos, los aficionados españoles -lo digan con claridad o solo para sus adentros- iban con el tenista australiano, con Popyrin. Y se alegraron cuando ganó el primer set. ¿Era en verdad posible que Djokovic cayese en tercera ronda?
Y a muchos les crecieron los colmillos medio palmo cuando Popyrin se hizo con el segundo set.
Pero en la tercera manga Djokovic se puso las pilas. Y volvió a demostrar que es el más grande y que si quería podía ganar ese partido.
Quedaba el consuelo de haberle visto perder dos sets, pero ya nadie daba un ardite por el tenista australiano. Si Djokovic decide que va a ganar, gana.
Y sin embargo... algo le pasaba al gran Novak Djokovic. Estaba fuera, desconectado; igual que lo había estado Alcaraz frente a Botic.
Djokovic hizo durante el encuentro nada menos que catorce dobles faltas.Y finalmente perdió ante un Popyrin exultante - no sería raro que acabe ganando el US Open 2024.
Una final entre el chaval del Palmar y el Goat serbio. Sí. Pero no ha podido ser.
Djokovic continúa detrás que Carlitos en la clasificación ATP.
Mal de muchos... consuelo del tonto que todos llevamos dentro.
Fue placentero ver caer a Djokovic. Pero fue triste también.
Esta edición del abierto de los Estados Unidos ha perdido -para muchos- ya casi todo el interés.
Tigre Tigre