Nadal, Djokovic, Alcaraz, Sinner, Medvedev, Rune. Nada menos que Rune, Medvedev, Sinner, Alcaraz, Djokovic y -como guinda final y definitiva- Nadal.
Reunidos en un país que no repara en gastos para mejorar su imagen internacional, Arabia Saudí. Fútbol, golf, el ya mil veces maquillado Dakar...
Un juego realmente muy perverso, un pulso al mundo occidental, porque están utilizando el deporte, campo en el que es inevitable la superioridad de los hombres sobre las mujeres. "Porque se mide con regla y cronómetro”, como gustaba puntualizar un pensador francés.
La superioridad del hombre es clave en la filosofía vital de Arabia Saudí.
Y para subrayarla están utilizando la otra superioridad, la que está muy por encima de la diferencia de sexos y mueve el mundo occidental de un lado a otro zarandeándonos a todos como si fuésemos marionetas: la superioridad del dinero.
Rune, Alcaraz, Djokovic, Medvedev, Sinner y Nadal, van a recibir un millón y medio de euros cada uno sólo por participar.
Y el que gane la competición -que quede claro que no es una simple exhibición donde no importa ganar sino solo exhibirse- se embolsará nada menos que seis millones de euros. Mil millones de las antiguas pesetas que, de niño, yo conocí.
El doble de lo que gana el vencedor del Open USA, cantidad que a cualquier humilde mortal ya le parece también un exceso y una barbaridad: la mitad de los habitantes del planeta no ganan esa cantidad trabajando toda su vida.
Los espectadores del mundo, por supuesto, felices. Yo también. ¿Y cómo culpar a los tenistas por prestarse al juego. ¿Quien no iría? ¿Tú? ¿Por ética, lector, te quedarías tú en tu casa y dejarías escapar un millón y medio de euros garantizado?
Podemos simplemente disfrutar del espectáculo, o pasar de él. Yo voy a optar por lo primero. Puedo argumentar que mejor en tenis que en bombas. Porque en verdad, excepto comentar y criticar en conversaciones de bar, nada podemos hacer.
Y ya puestos, ojalá llegue Nadal a la final.
Tigre Tigre