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¿Dónde está la izquierda?

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análisis

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En estos conturbados tiempos se preguntan algunos comentaristas políticos donde está la izquierda. En realidad la formalización ha de ser aún más existencialista, ¿qué es la izquierda? Inédita pregunta que durante más de un siglo a nadie se le ocurrió formular en la España franquista, se provoca a partir del momento en que Pablo Iglesias sale al estrellato haciendo una insólita declaración: “Nosotros no somos ni de derecha ni de izquierda”. Esta necia frase se oía a veces, en tiempos pasados, en boca de los timoratos pequeño-burgueses que pretendían situarse al margen de cualquier calificación política, ya que ellos se consideraban más allá del bien o del mal. No había que tomar partido, entendida esta frase como la negación de ideologías, programas y objetivos políticos. Se trataba únicamente de ocuparse de la “gente”. Y los de izquierda nos reíamos cuando alguien afirmaba que “no era de derechas ni de izquierdas” porque eso significaba claramente que era de derecha.

Pero esta burla, vieja ya en mi juventud, no pareció hacerle daño a la credibilidad de Iglesias cuando se erigió como adalid de  Podemos, nueva formación política, que sin programa ni objetivos ni organización iba “a conquistar los cielos”.

Si la ingenuidad, la ignorancia y la estupidez son virtudes, ciertamente el pueblo español es de los más virtuosos. Votaron entusiasmados a Podemos un tiempo, y después se cansaron, y se escindieron en Más Madrid y después Más País, y Ganemos y Leganemos y tres o cuatro docenas de grupúsculos de redentores de la patria, que los señoritos que inventaban, organizaban y dirigían esos minúsculos partidos, en que habían troceado Podemos, iban a tomar el poder y renovar España.

El último resultado electoral de las europeas ha dejado claro que esos experimentos novedosos y renovadores, de esta época postmoderna, lo que han conseguido es hacer desaparecer a Ciudadanos– aquel exitoso partido que a punto estuvo de gobernar España en coalición con Sánchez-, ha hundido en el anonimato a Izquierda Unida después de treinta y cuatro años de pertenecer al Parlamento Europeo, ha dejado con tres diputados a ese montaje de revista musical que es Sumar, y, ¡eso sí! Ha sentado en los sagrados bancos del Parlamento más importante del mundo, a ese esperpéntico mamarracho que se hace llamar Alvise, con otros dos de su estilo, que presume de no tener programa porque no hace ninguna falta; además de mantener en sus puestos a los súbditos de Abascal.

Y ya no hay más que una miríada de grupúsculos, que llaman partidos, algunos formados por una o dos personas, que a veces se autodefinen de izquierda y otras ni siquiera se molestan en explicarlo porque piensan como Alvise, ¿para qué hace falta? Este breve resumen de la izquierda española sería increíble para nuestros abuelos, aquellos que, llevados de la pasión de transformar el mundo, dejaron la vida en la lucha contra el fascismo que nos iba ahogando.

Algunos tímidos y deslavazados intentos de los intelectuales más destacados de analizar, explicar y encontrar las causas de la crisis y el desbaratamiento de la izquierda, no nos han aclarado nada sobre las causas de su derrota, hoy más ridícula que la que sufrió en 1939.

Esa “izquierda” que no se autocalifica de marxista porque le da pánico que la identifiquen como comunista, y que prefiere no protestar contra la monarquía más corrupta de Europa que nos está esquilmando desde hace varios siglos, y considera “prematuro” reclamar la República (España es el único país de Europa que después de soportar cuatro guerras civiles y una dictadura feroz de cuatro décadas no ha proclamado la república),  no participar de la denuncia de los grandes poderes que nos están esquilmando el planeta: la OTAN, el complejo militar industrial, la banca, las grandes multinacionales, la Unión Europea, los gastos de defensa, el apoyo a la guerra de Ucrania, la complacencia con el sionismo, porque eso sí sería situarse sin equívocos en la izquierda.

Cuando la amenaza de una nueva guerra europea se cierne siniestramente sobre nuestros cielos, y el fascismo es recibido con grandes fastos en Madrid, la izquierda española se dedica a enfrentarse entre sus minúsculos grupos, que  hacen propuestas ridículas y criticar continuamente a sus “compañeros” de bancada.

El franquismo se dedicó a erradicar cruelmente la memoria de nuestra heroica historia contra el fascismo, y la “democracia” prefiere que las generaciones siguientes crean como doña Inés que “no hay más allá”. Unos dirigentillos de esos escombros de la izquierda, quieren convencer a unos cuantos seguidores de que en su proyecto está el cambio imprescindible, y otros ni siquiera lo pretenden porque ni siquiera saben qué transformaciones se necesitan, sobre todo sin molestar al imperio.

El destrozo de los movimientos sociales, de los sindicatos, de la Universidad y las organizaciones estudiantiles es tan absoluto que se ha permitido -y aplaudido- la convención de fascistas más numerosa de los últimos tiempos en el centro de Madrid, la plaza de Colón, y la condecoración de Milei por la Presidenta de la Comunidad sin una voz de protesta. Ni manifestaciones populares en contra, ni declaraciones de las organizaciones feministas, laborales, estudiantiles, vecinales, ni debates televisivos, ni polémicas en los medios protestatarios,

Madrid se divierte en las terrazas de los bares. 

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2 COMENTARIOS

  1. Nos llamas ingenuos, ignorantes y estúpidos, a los españoles, y lo haces tú, que fuiste la gran tonta útil del gobierno, que te llevó de gira por las televisiones, en aquella época en la que el plan consistía en esclavizar a las mujeres, como antes esclavizaron a los hombres. Hoy ya nadie utiliza aquella frase que pusiste de moda «Las mujeres deben realizarse». Hoy ya están todas «realizadas», ocupadas en trabajos precarios, como los hombres y pagando al gobierno tres cuartas partes de lo que ganan, como los hombres.

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