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Duelo

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Me fastidian y hasta indignan, de verdad, estos que se toman la muerte de manera tan científica, tan «madura», por utilizar su mismo lenguaje, tan avalada psicológicamente con ese palabro tan de moda ahora mismo: «resiliencia». Meteos vuestra resiliencia y buenos consejos por ahí, imbéciles, ¿no veis que no hay salida?

Esta gente no se cabrea, ni rabia, ni se remueve en el asiento; son «fuertes», y te invitan a que tú lo seas. Y digo yo, si la cosa es tan fácil y simple, si «hay que aceptar» la muerte así, con «filosofía», ¿por qué, entonces, mantienen sus esquemáticas, burocratizadas, aburridísimas vidas en funcionamiento? ¿Qué hacen ahí, todavía, si lo van a perder todo cuando mueran? Lo más lógico sería suicidarse, ¿no? ¿O es que son tan masocas, que no contemplan el sufrimiento, la rabia, la depresión, como consecuencias naturales de perder a un ser querido? ¿Es que acaso ellos tienen la regla de oro para seguir adelante, serenamente, con madurez? ¿Adónde? Quiero que me demuestren que todo esto vale la pena. Que al final existe un Paraíso, un Valhalla, un lo que sea. Pero no. Son tan desvergonzados que se declaran ateos o peor aún «agnósticos», y te abordan con la idea de que merece la pena seguir adelante, levantarse, luchar por una mierda de vida como la suya. ¿O es que están pensando en ellos, egoístamente, porque conocen la verdad y así, como quien no quiere la cosa, intentan mirar a otro lado y hacer que los desesperados, los cabreados, destrozados, deprimidos, levanten cabeza y sigan tirando de este carro absurdo?

A mi parecer, la muerte de una persona joven, la muerte más injusta y devastadora, nos ha de enseñar a insertar otro (de los muchos), puntos y aparte de esta vida. ¿Cómo seguir agachando la cabeza, callando, comulgando con la tropa de indeseables que a diario nos intentan doblegar, cuando sabemos que todo puede acabarse en un minuto, unas horas, unos meses?

Si «no somos nada», no me deis razones, vuestras razones, para seguir siéndolo; dejad que todo fluya, el cabreo, la rabia, la depresión, la borrachera, el cambio, la catarsis, la locura que, quizás, no sea otra cosa que la mayor lucidez.

Yo voy a escribir, a llorar, a cabrearme y estresarme; ustedes, «resilientes», pueden seguir haciendo lo que les parezca, sabiendo, como imagino ya saben, que esto se acaba cuando menos lo esperas, y a tomar por saco lo sacrificado, lo esperado, lo aguantado, lo luchado, lo escrito. Al final, lo importante es saber por qué uno hace lo que hace, quiere lo que quiere. Este es el único consuelo.

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