Tal y como adelantamos en Diario16, tras la fusión entre CaixaBank y Bankia, la operación más natural y ética sería la protagonizada por BBVA y Sabadell con todas las implicaciones que ello generaría desde un punto de vista territorial y político. Por un lado, ambas entidades reforzarían su presencia en territorios históricos. Además, se trataría de bancos que se complementarían a la hora de reforzar su presencia internacional. Sabadell pondría el mercado británico mientras BBVA abriría las puertas de Latinoamérica y ampliaría la ventaja con el Santander en países como México, donde el banco vasco es el más importante.
Todo indica, según han publicado distintos medios, que las conversaciones preliminares para la fusión entre la entidad vasca y la catalana ya se han iniciado al más alto nivel, es decir, entre Carlos Torres y Josep Oliu.
Sin embargo, aún se está en una fase muy inicial del proceso, sin que hayan entrado aún en juego asesores externos, lo que aún pone en peligro la sostenibilidad del sistema financiero español porque no quedaría descartada en ningún momento que los primeros avances entre los presidentes de BBVA y Sabadell quedaran paralizados por la entrada en el juego del Santander para lograr fusionarse con la entidad vasca, es decir, la operación que salvaría nuevamente al banco presidido por Ana Patricia Botín.
Si se aprobara la fusión se daría la paradoja de que un gobierno progresista de izquierdas estaría dando luz verde a un nuevo rescate encubierto del Santander porque, como es bien conocido en el sector financiero, la entidad cántabra siempre ha querido hacerse con el BBVA, ahora más que nunca, teniendo en cuenta el escenario actual en el que Santander tendrá que hacer frente a pérdidas multimillonarias por el cambio de divisas de los mercados que más beneficios generan al Grupo.
Según fuentes financieras consultadas por Diario16, el Santander podría necesitar una ampliación de capital de más de 25.000 millones de euros, una operación de refuerzo que deberá justificar y la mejor forma para ello es una fusión con el segundo banco español. ¿Le habló de esto Ana Patricia Botín a Pedro Sánchez en la comida privada que mantuvieron el día 31 de agosto junto al presidente de Telefónica en un exclusivo restaurante de Madrid?
Si se aprobara la operación se repetirían algunos de los movimientos de mercado realizados por el Santander en el año 2017, es decir, realizar una ampliación de capital anunciada para un fin para, posteriormente, que ese dinero sea utilizado para algo totalmente distinto, un hecho que un gobierno progresista de izquierdas no puede permitir.
Una posible fusión Santander-BBVA sólo beneficiaría al Santander y, en consecuencia, perjudicaría al banco vasco. Con una operación así, la entidad presidida por Ana Patricia Botín obtendría varios objetivos. En primer lugar, apaciguar a los grandes accionistas —muchos de ellos protegidos por el anonimato que dan los bancos y los fondos custodios— que llevan años descontentos con la gestión que se está haciendo de la entidad tanto por la caída del valor en Bolsa que les ha provocado más de 70.000 millones en pérdidas, como por las diferentes crisis reputacionales que se están sufriendo. En segundo término, el Santander se convertiría en uno de los mayores bancos del mundo con un posicionamiento de privilegio en el mercado latinoamericano, sobre todo en países clave como México. En tercer lugar, Ana Patricia Botín daría un aldabonazo a su reputación en el sector financiero donde aún se la mira como la hija de Emilio Botín. En cuarto término, un movimiento de este tipo obtendría el visto bueno de las grandes multinacionales que son accionistas tanto del banco cántabro como del BBVA. Por último, obtendría el beneplácito del BCE porque las fusiones son el objetivo del actual vicepresidente, Luis de Guindos, el máximo defensor de la concentración bancaria en España y en la Eurozona.
La sociedad está sustentada por la teoría de los vasos comunicantes, es decir que, si algo beneficia a las élites, perjudica al pueblo y un gobierno progresista de izquierdas no puede permitir de ninguna de las maneras una operación de rescate encubierto que se utilice para justificar que el Santander haga una ampliación de capital de 25.000 millones de euros que tape sus agujeros. Una comida con la señora Botín no justifica poner en riesgo al sistema financiero y económico español. No sería una decisión ni acertada ni, por supuesto, ética.