Emilio Saracho, JP Morgan, Banco Popular y la mentira de las murallas chinas

05 de Junio de 2019
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Emilio Saracho Congreso 02
Hasta su nombramiento como presidente del Banco Popular Español, Emilio Saracho Rodríguez de Torres era uno de los vicepresidentes mundiales de JP Morgan, un enorme grupo financiero norteamericano, envuelto en grandes escándalos que habían costado a sus accionistas más de 27.000 millones de dólares en multas.Emilio Saracho estaba destinado en Londres. Era por tanto uno de los responsables de JP Morgan en Europa, continente en el que la entidad funciona principalmente como banco de inversión, distribuyendo productos entre clientes institucionales (fondos de pensiones y compañías de seguros) y, sobre todo, asesorando operaciones de fusiones y adquisiciones. Esa era, realmente, su especialidad.Entre sus líneas de negocio destacaba el asesoramiento a los bancos y, a la vez, JP Morgan tiene un departamento de análisis de compañías cotizadas. A pesar de que dice tener murallas chinas, es increíble que, con la experiencia acumulada, estos monstruos financieros no tengan limitaciones para dar al mercado sus opiniones sobre un valor —básicamente si está caro o barato o su opinión sobre la estrategia o el equipo directivo de una cotizada— y, a la vez, otro departamento de la misma institución éste asesorando a una compañía en un proceso de venta, mientras que otra parte del conglomerado, decide comprar o vender acciones de esa sociedad.Los defensores de esa espuria mezcla de actividades bajo el mismo manto —es decir, que una división del banco de inversión dé opinión siempre subjetiva sobre una entidad cotizada, otro departamento asesore su compra o su venta y otro departamento se dedique a la compraventa de las acciones de esa entidad—, lo justifican diciendo que existen “murallas chinas” entre unas áreas y otras del banco —en este caso JP Morgan—. No obstante, otros dirán que cuando JP Morgan acepta el encargo de comprar o vender una compañía, el resto de departamentos tiene que abstenerse de dar opinión sobre la misma o comprar o vender accionesAmbos argumentos son falaces. Las llamadas murallas chinas, que teóricamente previenen esos conflictos de interés impidiendo la comunicación entre los departamentos, no dejan de ser un pobre argumento teórico que se da de bruces con la realidad: sobre todos esos departamentos manda un mismo jefe —el consejero delegado, el CEO, el presidente o como se llama en cada entidad—. Ese mismo jefe sólo tiene el límite que le marque su conciencia o su bolsillo para ordenar que cada departamento funcione coordinadamente para un fin que sólo él conoce y que es el beneficio del banco de inversión, en perjuicio de los accionistas de la entidad afectada y de la transparencia del mercado.Los lectores no se deben dejar engañar con esto de las murallas chinas, pero tampoco con el mensaje de que en cuanto el banco de inversión tiene un mandato para comprar o vender una compañía, el resto de departamentos tienen que abstenerse de actuar sobre las acciones de esa compañía. Eso es una obviedad, el problema no es qué sucede desde que el banco de inversión, JP Morgan en este caso, recibe el mandato, el problema está qué ha sucedido antes.Para no complicar en exceso el panorama, añádase que los bancos de inversión financian las actividades de los fondos de inversión, tanto de los fondos normales que todos conocemos —a través de los que ahorran las clases medias—, como de los llamados hedge funds o fondos de alto riesgo, que, en no pocas ocasiones, desarrollan estrategias para aprovecharse de la caída del valor de una acción.Recordemos que, en el Caso Popular, el segundo inversor en corto fue Marshall Wace un hedge fund financiado por JP Morgan y el primero era, tal como publicó Diario16 el pasado 17 de mayo, Blackrock, el principal accionista del Banco Santander. Creerse lo de las murallas chinas o de la abstención del resto de los departamentos cuando se recibe un mandato de venta, es ingenuo y peligroso para quien se lo crea.Para acabar con el paso previo de Saracho por JP Morgan, un par de anécdotas que permiten enmarcar el caso. Durante los últimos años —cuando Saracho vivía en Londres—, se desarrollaron dos graves escándalos para la reputación de JP Morgan, uno denominado «Ballena de Londres», del que se culpó al directivo español Martín Artajo, que ha resultado finalmente libre de todo cargo después de las acusaciones que se vertieron contra él; y el segundo, no menor, que ha concluido con una fuerte sanción que es el «escándalo del Euribor», en que la Comisión Europea ha acusado a JP Morgan y otros bancos de inversión de concertar la fijación del Euribor, que tanto afecta a los ciudadanos en el precio de sus hipotecas.Por otro lado, era notorio que el recorrido de Saracho en JP Morgan había llegado a su límite y, sobrepasando los 60 años, su fututo en JP Morgan era dedicarse a labores representativas, algo que no era de su agrado. Para desgracia de España, Saracho decidió cambiar de aires y hacerse cargo del Popular, una entidad solvente y con superávit de liquidez a la que llevó a un escenario de resolución para ser vendida por un euro al Banco Santander.
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