Próximamente llegarán a España 140.000 millones de euros para paliar los efectos económicos y sociales de la pandemia del Covid19. Esos fondos europeos son muy golosos para las élites financieras, empresariales, económicas y las grandes fortunas como para que no intenten influir en el Gobierno para redirigir el destino que deberían tener, es decir, las necesidades del pueblo, de los autónomos y de las pequeñas empresas, para utilizar esos fondos como una inyección de capital para sus multinacionales.
Casualmente, en los últimos meses ha nacido una iniciativa llamada «Equipo País» que se compone de 130 profesionales de diversos ámbitos, desde empresarios de éxito o gestores del tercer sector hasta emprendedores sociales.
En Equipo País participarán personas como Ana Patricia Botín (Banco Santander), Amancio Ortega (Inditex), Carlos Torres (BBVA), Antonio Brufau (Repsol), Fernando Abril-Martorell (Indra), Juan Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), Rafael del Pino (Ferrovial), Concepción Dancausa (Bankinter), Sol Daurella (Coca-Cola) o José María Entrecanales (Acciona), entre otros.
Este nuevo «Club Bildelberg» español se autodefine como un proceso colaborativo que busca identificar a los mejores líderes y gestores de la sociedad civil española para ayudar al sector público en la salida de la crisis. Según se indica en su página web, se trata de un equipo sin ideología, al servicio de la sociedad y de los diferentes partidos, formado por personas que hayan demostrado su excelencia en la gestión, su capacidad de liderazgo y sus valores.
Equipo País se presenta a la sociedad con el objetivo de generar propuestas colaborativas y estratégicas para apoyar al sector público en la reconstrucción de España y en el resto de las decisiones que afecten a la sociedad española. Las áreas de actuación de Equipo País son: Innovación y tecnología, Educación, Modelo productivo, Sanidad, Desarrollo social y Sostenibilidad, energía y recursos.
Sin embargo, ¿qué valores éticos pueden aportar personas como Ana Patricia Botín? Evidentemente, el objetivo que no muestran en su presentación podría ser el intento de canalizar los esfuerzos del Gobierno para que los fondos europeos sirvan para rescatar en primer lugar a sus empresas o sus sectores empresariales y, presuntamente, evitar que los 140.000 millones terminen en estrategias basadas en la justicia social y que, al contrario de lo que sucedió en la crisis de 2008, el Gobierno tuviera la osadía de rescatar a la gente y no a los ricos.
Tal vez, Equipo País pretenda hacer lo que las élites ya hicieron en el pasado cuando fueron «domesticando» las políticas de los gobiernos socialistas para transformarlas en un remedo light de una socialdemocracia más cercana a la derecha que a los postulados mínimos exigibles a un partido de izquierdas. El Felipe González «domesticado» fue el que abrió otra caja de pandora que iba a dar cientos de miles de millones de pesetas de beneficio a esa clase dominante con las primeras privatizaciones como, por ejemplo, la de Repsol (entonces Campsa) e inició las de Telefónica, Endesa o Argentaria, procesos que fueron culminados por José María Aznar.
A partir de ese instante, los diferentes gobiernos de España se han sometido, en mayor o menor medida, a las necesidades de esas élites financieras, empresariales y económicas, lo que se confirmó con las políticas implementadas por Mariano Rajoy y que tuvieron como consecuencia que, mientras España se situaba en la vanguardia de los países de la UE con mayores tasas de pobreza, el número de millonarios se incrementara en un 470% desde el año 2010, según ha publicado Credit Suisse en un informe: se ha pasado de 172.000 a 979.000 en nueve años.
La atomización de las opciones políticas hizo que surgieran fuerzas, incluso dentro del PSOE, que propugnaban un cambio de régimen, una modificación del paradigma por el que el Estado estaba para proteger a las élites y, si sobra algo, al pueblo.
Hasta ahora la clase dominante lo tuvo controlado y, cuando había peligro, existía siempre la posibilidad de buscar coaliciones ideológicamente antinaturales, como la que apoyaron el Santander y la CEOE para que se hubiera firmado un pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera. De haberse llevado a efecto (gracias, Albert), esas élites hubieran seguido controlando al gobierno surgido de ahí.
Con la repetición electoral, el establishment estaba muy tranquilo. Se auguraba una situación en la que parecía que el electorado de izquierdas iba a castigar a Sánchez e Iglesias, mientras que PP, Vox y Ciudadanos podrían repetir los pactos de Andalucía, Murcia o Madrid, lo que les garantizaba 4 años más de control. No obstante, ni Casado subió lo que se esperaba ni se vaticinó una debacle como la de Rivera, lo que, a pesar del fortalecimiento de la extrema derecha, no sumaba para que el líder del PP fuera investido.
De ahí que las élites iniciaran una campaña el mismo lunes para la formación de una Gran Coalición como la de Alemania, con la presión mediática en las páginas, las radios y las televisiones que controlan. Tal vez pensaron que Sánchez se iba a doblegar y el anuncio del preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos sólo 48 horas después de las elecciones hizo saltar todas las alarmas. En el gobierno iba a haber gente que lleva años reivindicando una banca pública (lo que restaría beneficios a las entidades privadas), una eléctrica pública o una política fiscal justa en la que los poderosos paguen lo que les corresponde por ley, ni más ni menos. Esto no lo podían permitir.
La fuga de capitales de las grandes fortunas a Portugal —toda una muestra de patriotismo—, el adelanto por parte de las empresas de expedientes de regulación de empleo que estaban previstos en el medio plazo, son algunos de los movimientos iniciados por las élites para presionar o para crear una situación de alarma social que empuje al nuevo gobierno progresista a rebajar sus pretensiones o, incluso, la ruptura del preacuerdo.
Las clases dominantes no pueden permitir una situación social en la que un gobierno progresista utilice 140.000 millones de euros para aplicar la justicia social en las estrategias de la recuperación económica tras la pandemia porque, de este modo, el pueblo recuperará la prosperidad que estas mismas élites financieras, económicas y empresariales le están quitando.