El Gobierno tiene listo y preparado su necesario plan de ingreso mínimo vital para garantizar la supervivencia del país. La medida supondría una ayuda fundamental para más de cinco millones de españoles que tras sufrir los ERTES y los estragos de la enfermedad se encuentran en el umbral de la pobreza. Sindicatos y oenegés ya han dado el visto bueno, pero la patronal se ha echado atrás en el último momento. Nuestra clase empresarial no está dando el mejor ejemplo a la hora de remangarse y arrimar el hombro. La posición de la CEOE se ha movido entre la falta de claridad y la ambigüedad en unos momentos críticos en los que solo vale dar un paso adelante, demostrar el patriotismo de verdad y pensar en la gente no en el dinero. No vale ponerse de perfil.
Si hace unos días fuentes empresariales aseguraban que preferían mantenerse “a la expectativa” hasta conocer los términos exactos de la propuesta del Gobierno sobre una renta vital mínima, posteriormente, off de record y con la boca pequeña, algunos directivos de la confederación se mostraban partidarios de facilitar esa ayuda “a quienes no tengan medios para una subsistencia básica”, siempre que ello se haga “sin poner en peligro las arcas públicas y sin aumentar el déficit que acumula el Estado por esta crisis”. La falta de definición y el esconder la cabeza debajo del ala ha ido aún más allá, cuando en una tercera vuelta de tuerca ambas posiciones han quedado superadas tras el comunicado que la CEOE ha emitido en las últimas horas, en el que arremete duramente contra el Gobierno por crear “falsas expectativas”.
“Ante la posibilidad de que elGobierno apruebe próximamente un nuevo ingreso mínimo vital, desde CEOE y Cepyme queremos aclarar que, al tiempoque compartimos que ningún ciudadano puede quedar desatendido en esta crisiseconómica sobrevenida por la pandemia del covid-19,en ningún momento se nos ha hecho partícipes de la negociación de taliniciativa, ni se ha sometido a su discusión en el diálogo social, tal como hatrascendido en medios de comunicación y redes sociales”, asegura la nota de prensa de losempresarios.
Pero no queda ahí el varapalo alequipo de Pedro Sánchez. “En estosmomentos, ante la manipulación interesada y la deslealtad al diálogo social y alos empresarios españoles, nos sentimos presionados para que demos apoyo a unapropuesta de partido que nada tiene que ver con un acuerdo consensuado en loque debería ser el cauce habitual con los interlocutores sociales, que formamosparte de la mesa de diálogo y que siempre hemos estado de acuerdo en no dejar anadie atrás en esta crisis. En estas condiciones se hace imposible participarmañana viernes, 10 de abril [hoy para el lector], en la reunión a la que hemossido convocados por el Ministerio deTrabajo”.
Los comunicados institucionales de los empresarios dicen una cosa, pero lo cierto es que los hechos hablan por sí solos. Salvo contadas excepciones de empresarios que han puesto toda su logística y maquinaria al servicio de la fabricación de mascarillas y respiradores de oxígeno, en general la reacción del empresariado ha sido tibia en el apoyo al Estado en unos momentos críticos para el país. Y no solo eso, sino que la CEOE ha aprovechado la ocasión de caos y zozobra general para criticar al Consejo de Ministros: “En cambio, en tanto que nuestro empeño también está enfocado en sostener el bienestar del conjunto de la sociedad, instamos a que desde este mismo ministerio se abonen ya las prestaciones que corresponden a las personas que han perdido su empleo o se han visto afectadas por un ERTE por culpa del covid-19, y para que los autónomos, que siguen confinados sin poder trabajar y que han solicitado la prestación por cese de actividad, la cobren con la mayor celeridad”, culmina el comunicado.
La andanada va sin duda dirigida contra el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que en la cúpula del capital es considerado poco menos que el Diablo con rabos y cuernos. Iglesias había dado por hecho que la CEOE estaría a favor de la renta básica vital, como se había desprendido de las declaraciones de sus máximos responsables: “Tal como han podido constatar, mediante conversaciones telefónicas, grandes empresarios de grupos económicos muy relevantes ven adecuada y positiva la renta mínima”, aseguró el vicepresidente. Es más, Iglesias alegó que había intercambiado documentación con el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, “con el que está en contacto” y con el que supuestamente mantiene “una buena relación”.
Sin embargo, de la cronología de hechos se deduce que nunca hubo tal acuerdo previo, de modo que alguien ha engañado a alguien, y parece que en este caso ha sido, una vez más, nuestra trilera y por momentos fenicia clase empresarial. Parece más que evidente que la posición de la patronal ante la pandemia se ha ido modulando con el paso de los días, pasando del tan español “lo que haga falta” para superar la epidemia a alinearse milimétricamente con los postulados del Partido Popular y de Vox, que han visto en el inmenso drama nacional el escenario ideal para librarse de un Gobierno al que consideran “peligroso” y “tóxico” para los mercados. La consigna ahora ya no es unidad de todos en la lucha contra el coronavirus, sino acorralar al dúo Sánchez/Iglesias hasta hacerlo caer si es posible. De hecho, Santiago Abascal invitó ayer al presidente, desde el atril de las Cortes, a presentar su dimisión, mientras que Pablo Casado dio por volados todos los puentes con el Ejecutivo, hasta el punto de negarse a reeditar los tan necesarios Pactos de la Moncloa.
Y todo esto nos lleva de nuevo al punto de partida y a la conclusión de que la sociedad española tiene una clase empresarial corta de miras, ultraconservadora, obtusa, egoísta y proclive al beneficio económico fácil incluso en tiempos de apocalipsis. Para la gente del dinero y la Bolsa, el progreso del país y el bienestar de los ciudadanos es tan solo una aspiración secundaria y prescindible. Nos faltan empresarios filántropos y concienciados con el bien común, como sí los hay en el mundo anglosajón. La patronal española no supo estar a la altura de las circunstancias en la crisis de 2008 y por lo que vamos viendo tampoco es consciente aún del reto colosal al que nos enfrentamos en 2020. ¿Dónde estaban la CEOE, la banca y las empresas del Íbex 35 mientras la gente, desesperada por no poder pagar la hipoteca o el alquiler, se suicidaba arrojándose por los balcones? ¿Por qué calló nuestra clase empresarial mientras millones de trabajadores quedaban atrás en la peor crisis hasta que irrumpió el covid-19?
El plantón, trampa o celada que la patronal ha preparado al Gobierno, con la connivencia de las derechas, puede ser la estocada definitiva. A las élites empresariales y financieras de nuestro país les interesa que se extienda el miedo, el descontento, la indignación y la rabia entre la sociedad española, creándose así el caldo de cultivo perfecto para derrocar a un Consejo de Ministros que desde el principio ha considerado bolivariano, perjudicial para el gran capital e ilegítimo. La CEOE aún está a tiempo de rectificar. Pero todo apunta a que va a escribir una nueva página en su deshonrosa hoja de servicios en tiempos de guerras. Decir no a la renta vital mínima puede tener su sentido en términos de estrategia de desgaste al Ejecutivo de coalición y de intento de dar jaque mate a Sánchez, pero es inadmisible desde el punto de vista de la responsabilidad ética corporativa y de una mínima humanidad.