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El mundo en manos de dos fanáticos iluminados

Netanyahu, acosado por los casos de corrupción, y Jamenei, muy contestado socialmente, recurren a la guerra como cortina de humo para esconder sus problemas políticos internos

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análisis

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Netanyahu promete una sangrienta venganza contra Irán en respuesta a su ataque aéreo del pasado fin de semana. Jamenei amenaza con “cortarle las piernas” a los aliados occidentales que se pongan de lado del Estado hebreo y con emplear armamento nunca antes visto. Estamos, sin duda, en manos de dos iluminados, de dos lunáticos, de dos tronados.

La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos, decía D’Alembert. Nos encontramos ante dos viejos decrépitos sin amor a la vida que practican la guerra como forma de hacer política. Netanyahu, además de un ultra y de un criminal genocida, es un corrupto. Un individuo que se aferra al poder con uñas y dientes para que la Justicia, que lleva años detrás de él, no lo emplume. Mientras suenan las bombas y se mantiene el estado de alarma, el dirigente judío puede seguir en la poltrona, tranquilo y un rato más. Goza de aforamiento e impunidad, desvía la atención mediática de sus trapacerías, agita el fervor nacionalista del pueblo, que termina subiéndose al enloquecido carro de la guerra. Cuando las cosas se tuercen, cuando vienen mal dadas, crisis y malestar en la calle, el reyezuelo con ínfulas construye un enemigo exterior para desviar la atención. Desde tiempos inmemoriales, desde los sumerios, los egipcios, los griegos y romanos, esa máxima se cumple siempre. El espantajo del invasor logra la unidad en torno al jerarca y al patriotismo, un bálsamo curalotodo. Sorprende cómo la mentira del populismo –la maquiavélica receta que se repite una y otra vez a lo largo de la historia– puede seguir calando tan hondo en las sociedades civilizadas.

La inédita ofensiva iraní contra Israel ha sido un grave error. Ha llegado en el peor momento, cuando más acorralado estaba Netanyahu, cuando más presión internacional sufría por sus genocidios en Gaza, cuando Sánchez estaba a punto de lograr el reconocimiento del Estado palestino y Biden parecía harto de él. Cuando más políticamente débil se veía de puertas para adentro, ya que hasta los judíos ultraortodoxos se le rebelan contra su orden de movilización general. El tótem estaba tambaleándose, solo le faltaba un último empujoncito para hacerlo caer. Derribar al judío errante hubiese cambiado la historia para siempre. Se le podría haber llevado ante un tribunal por aquellos regalos de lujo a su nombre y el de su señora. Se le podría haber encarcelado por conchabarse con la prensa amiga para aprobar leyes injustas. Se le podría haber llevado ante el juez por la compra de un puñado de submarinos alemanes, un pelotazo en toda regla. Soborno, abuso de poder, estafa y fraude. El mataniños de la falsa sonrisa lo tiene todo. Sin embargo, tras la lluvia de misiles sobre Israel, el nazi a la inversa podrá hacer olvidar el reguero de vergüenza y cochambre que ha ido dejando tras de sí. Una buena guerra lo arrasa todo, incluso los pecados del pasado, y acabarán poniéndole una estatua en Tel Aviv, como al nuevo Moisés que rescató a su pueblo de la amenaza persa.

Y al otro lado de la trinchera, el ayatolá Alí Jamenei, el fanático líder supremo de Irán que tampoco atraviesa por sus mejores momentos. Poco a poco, y con cuentagotas, vamos sabiendo lo que está pasando en Irán. Pintadas en Teherán con el eslogan muerte a Jamenei, la revolución feminista contra el Estado patriarcal, el malestar en las calles. El ansia de libertad que se abre paso entre el pueblo. Tras esa túnica negra, esa barba de Matusalén y ese turbante de ulema medieval, se esconde un misógino con un odio feroz a las mujeres. Al santurrón islámico le pone mucho la pena de los 30 latigazos y no duda en sacar el vergajo a pasear cada vez que puede, mayormente cuando se trata de meter en cintura a feministas sin velo y defensores de los derechos humanos (hombres también). El anciano talibán está obsesionado con ocultar a las iraníes bajo el hiyab y pobre de aquella que no se cubra la cara. Puede terminar en Comisaría o aún peor, apaleada por la Policía de la Moral, su siniestra guardia de corps propia de la peor de las distopías.

Cuentan algunos valientes testigos con acceso a las redes sociales que tras el bombardeo contra Israel, Jamenei repartió bollos de pan para sacar a las masas a la calle y que se viera alegría, jolgorio y mucha bandera nacional. Con la excusa de la religión más obtusa y radical, Jamenei y sus secuaces, toda esa ralea de los ayatolás, van haciendo realidad el delirante y enfermizo mundo interior que han incubado en la caverna de la historia. Y, mientras tanto, también van haciendo caja, que uno puede ser un hombre santo, pero no tonto. No en vano, hace unos años, la revista Forbes situó a Jamenei en el puesto número 26 en la lista de hombres más poderosos del planeta (algunos cifran su patrimonio en 185 millones de dólares). O sea que hambre, lo que se dice hambre, no pasa el curilla. Los iraníes atrapados entre la crisis económica, la dictadura y el miedo a la guerra contra el judío y Jamenei a Alá rogando y con el mazo dando, en su fastuoso palacio de Persépolis de oro y sangre, como un nuevo Darío armado con ojivas nucleares en lugar de elefantes. La revolución islámica era esto: forrarse como cualquier occidental decadente, corrupto, ateo y relativista.

Tras el aspecto de pacífico santurrón del tal Jamenei, hay un intolerante dictador. Y un capitalista con chilaba. Sus fetuas van contra los periodistas independientes, contra los homosexuales, contra las minorías étnicas y religiosas (los bahaíes condenados a la marginación saben bien cómo se las gasta este señor), contra el rap que habla mal del Gobierno, contra las corbatas (símbolo del estilo de vida occidental) y a favor de las madres de alquiler (se conoce que el Estado clerical totalitario necesita hijos para el martirio absurdo y gratuito). Curiosamente, aprueba la energía nuclear con fines pacíficos, pero la condena como arma de destrucción masiva porque supuestamente atenta contra la ley de Dios (otra mentira más, si Irán no tiene ya la bomba atómica para afrontar la madre de todas las batallas contra Israel, está muy cerca de conseguirlo).

Netanyahu, el cruel genocida que repite los crímenes del nazismo, y Jamenei, el siniestro piadoso que siembra la religión del odio entre sus fieles. El mundo en manos de dos autócratas dispuestos a todo, incluso a librar la Tercera Guerra Mundial. ¿Qué puede salir mal?  

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3 COMENTARIOS

  1. No son dos iluminados,son dos presidentes de paises teocraticos.La diferencia es que Israel lleva mas de 60 años masacrando a los palestinos y apoderandose de tierras y casas de los palestinos cuando los autenticos dueños de esas tierras son los palestinos.Tras la II guerra mundial se creo el estado artificial de Israel,se le dio unas fronteras y Israel las ha sobrepasado y las sigue sobrepasando con las colonias de judios asentadas en Palestina que estan asesinando a palestinos impunemente y robandoles sus viviendas y tierras,cosa misma que ya hicieron hace milenios.Israel ha bombardeado tambien a Siria,a Libano,incluso se ha metido con Egipto.
    Netanyahu es un genocida.

  2. El mundo en manos de dos fanáticos iluminados. Dos o más. EUA, Rusia, China, Corea del Norte… todos criminales junto a otras que son capaces de matar de hambre y terror a sus pueblos para que ellos se consideren superiores. El sionismo es criminal y los sionistas no son dignos de existir. No son humanos, son hipócritas, extraterrestres, nacidos para destruir la humanidad. Armas para Palestina, igual que para Ucrania.
    Aquí, de momento, nos matan la extrema derecha con mentiras y robos. I hablando de matar, no, matar, no, pero dejar morir de abandonados, sí. La Sra. Ayuso ya lo ha hecho. 4.000 ancianos dependientes de ella podrían estar todavía entre nosotros, pero ella decidió lo contrario: todo presuntamente hasta que se investigue. ¿Ella es mejor que Putin, Biden, mejor que ETA, a la que siempre tiene en la boca, que Hamás?

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