Antoni Infante

El problema económico valenciano explicado a los no valencianos

19 de Mayo de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Valencia

La chispa saltaba esta semana en el Congreso de losDiputados. El País Valencià, a través de Joan Baldoví, diputado de Compromís,era ninguneado por la ministra de hacienda Maria J. Montero, que calificaba deenredo e invento la reivindicación del diputado valencianista. La explosión enlas redes sociales y el respaldo unánime de su partido ponían en cuestión lacontinuidad del apoyo de Baldoví al gobierno de Sánchez e Iglesias y algo quepuede ser más transcendente a medio plazo, la continuidad del segundo gobiernodel Botànic en la Generalitat Valenciana que lideran Ximo Puig y Mónica Oltra.

En medio de la pandemia del COVID19 y de sus efectos socialesy económicos, así como con la reorganización fascista/populista de las élitesresidentes en el barrio de Salamanca de Madrid, y extendiéndose por toda lageografía, el caso no dejaría de ser un tema secundario, una vez más, si nofuera porque para cinco millones de valencianos y valencianas, nos va en ellola calidad de vida y a veces literalmente la vida misma. Como no creo en la maldad intrínseca de las personas,considero que la respuesta de la ministra y los aplausos de Pablo Iglesias, entreotros, se deben a una visión centralista hecha costumbre que en Madrid se vivecon toda normalidad y pasa desapercibida, pero que a 350 km de distancia lavivimos como una muestra más de la ignorancia hacia nuestros problemas y de unaobcecación interesadamente antivalenciana. En todo caso y sea por las razonesque fueran, creo que las personas que además de padecer sus efectos conocemoscon más detalle las causas del problema, tenemos la obligación de explicaralgunas cosas.

Sin entrar sobre si hay o no un trasfondo político que lopudiera motivar, el pueblo valenciano llevamos muchos años padeciendo ensilencio un problema de déficit de inversiones públicas, de déficit definanciación de nuestras administraciones, de una deuda impuesta, y por elloilegítima, y de un trasvase de rentas por dos vías que nos han convertido en unpueblo mucho más empobrecido que la media del estado, cuando hasta los años 80nos situábamos por encima de esa media.

En el año 2015 se presentó el estudio académico Capital público enEspaña. Evolución y distribución territorial (1900-2012) de la FundaciónBBVA y el Institut Valencià d’Investigacions Econòmiques (IVIE). En él sedemuestra que entre los años 1900 y el 2012, la inversión pública en stock decapital del estado en el País Valencià ha sido un 19% inferior a la mediaespañola. No es difícil inferir del citado estudio que desde 2012 hasta lafecha la situación no ha mejorado en este aspecto. Y como muestra, un botón: elPIB per capita valenciano del año 2018 ha sido un 14,56% inferior a lamedia española. 

Apesar de esta falta de inversión permanente y sostenida en el tiempo, losvalencianos y valencianas hemos sido capaces de generar más riqueza que lamedia estatal durante muchos años. Una tierra fecunda y una cultura históricadel trabajo, una extensa red de talleres artesanos y de pequeñas y medianasindustrias, un pequeño núcleo de grandes industrias y una cierta capacidad deexportar, además de una red de cajas de ahorro y cooperativas de crédito… ysobre todo, un pueblo muy trabajador, son los fenómenos que explican elaparente milagro.

Aprincipios de los años 80 del siglo XX se generalizó el estado de lasautonomías. El modelo empleado para los cálculos de las aportaciones del estadopara los servicios transferidos fue el PIB de cada autonomía, que establecíaque las comunidades ricas recibían menos y las más pobres más. El PIB percapita del País Valencià en 1980 se situaba unas décimas por encima de lamedia estatal y con este arbitrario índice se nos catalogó como autonomía ricaque debía aportar al resto. Los cambios producidos en esa época a raíz de loscompromisos adquiridos para entrar en la Unión Europea, lareconversión/reducción industrial, el cierre de los Altos Hornos delMediterráneo y del sector naval con el cierre de los principales astilleros yla fábrica de motores de barcos, así como la reducción y deslocalización deotros sectores tradicionales como el calzado, el textil o el juguete, junto alcrecimiento paralelo de los sectores de menor valor añadido como todos losrelacionados con el turismo y la construcción, redujeron nuestra capacidad paraseguir creciendo a pesar de las escasas inversiones, y pasamos a ser unacomunidad pobre. Este hecho nunca se ha reconocido en la práctica, de maneraque continuamos pagando como comunidad rica cuando desde  hace más de 30 años reunimos las condicionespara ser tratados como comunidad pobre.

Ademásdel déficit en inversión histórica y en financiación autonómica, padecemosotras dos formas de empobrecimiento público. Como hemos explicado, nuestrogobierno autonómico recibe una financiación acorde a una riqueza que no tenemosy ajustada además a una población de 4 millones de habitantes aun cuando enrealidad somos 5 millones los valencianos y valencianas, y a pesar de quetenemos una balanza fiscal negativa, que es la diferencia entre el gastoefectuado, en forma de gasto público o transferencias, por el sector públicoestatal en un territorio y el volumen de ingresos fiscales que se generan enese mismo territorio. Esta balanza fiscal negativa nos genera un déficit fiscalen torno a 2.000 millones de euros al año, que representa alrededor del 2% delPIB valenciano según datos del propio Ministerio de Hacienda, que realiza elcálculo con el sistema basado en un enfoque carga-beneficio. Si el cálculo serealiza con un cálculo directo basado en el flujo monetario, el déficit fiscalsupera el 6% y los 6.000 millones de euros al año. 

Porotra parte la falta de financiación unida a la necesidad de cubrir los gastosde los servicios transferidos, ha obligado a los diferentes gobiernosvalencianos a recurrir a los préstamos, en su mayor parte vía el FLA (Fondo deLiquidez Autonómico), que hay que amortizar con sus intereses correspondientes.La deuda contraída ha crecido hasta los cerca de 48.000 millones de euros,cifra imposible de devolver pero que obliga a destinar más del 25% de todosnuestros recursos anuales para hacer frente a su amortización.

Elproblema financiero y las consecuencias sociales de esta situación sonciertamente dantescas. La responsabilidad recae en los beneficiarios directosen la cúpula estatal y en sus cómplices necesarios, pero también en losdiversos gobiernos valencianos, demasiado débiles y sumisos ante el poder.También hemos tenido gobiernos que sumaban a esta sumisión su dedicación alrobo directo y al derroche de dinero público para beneficio privado. Es el casodel PP, que durante los 20 años que estuvo gobernando la Generalitat Valencianay los principales ayuntamientos del país se calcula en unos 4.000 millones loque robó directamente y en 6.000 millones lo que derrochó de las arcaspúblicas.

Yasí llegamos a la gota que ha colmado el vaso, como ha expresado el diputadoJoan Baldoví recogiendo el sentir de buena parte de la población valenciana. Delos 16.000 millones de euros que el estado destina para “ayudar” a lasautonomías para hacer frente a los gastos de la pandemia, tampoco nos llegarála parte proporcional a la población que somos. La razón o excusa es queestamos mejor que otras autonomías. Pero después, a la hora de pasar de fase deconfinamiento, resulta que no nos dejan porque según los mismos responsablesestamos peor que otras. ¿Alguien puede entenderlo? La última gota, sí, hallenado el vaso, y este ya está a punto de derramar su contenido.

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