04 de Octubre de 2017
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CoronaCetro
Esperanzado una vez más en que la gravedad de los hechos cuando no del los sucesos que a mi alrededor acontecían, residiera no tanto en la magnitud de los mismos, como sí más bien en mi incapacidad para valorarlos correctamente; fue por lo que hace ya algunas jornadas volqué mi interés en una de esas asignaturas respecto de la cual mi ignorancia torna en merecedora mi existencia (pues sólo la comprensión de mi ignorancia torna en llevadero el deber de levantarme un día más, deber que se justifica en saber que mis actos han de estar debidamente encaminados a reducir la muy falta ignorancia hace unos instantes confesada y todavía hoy no condonada).Pregunté a los que al respecto de tales menesteres saben, y tras un periplo riguroso decidí que no debía de ser otra sino la Antropología, la destinada con su saber a dirigir mi destino, pudiendo ser tal destino el que hacia los oscuros designios de la desesperación conduce, o por el contrario el destinado a indicarme que la esperanza en mis semejantes no sólo no constituye una pérdida de tiempo, sino que se torna más bien en necesidad hoy por hoy de obligatorio cumplimiento.Ahorraré al desdichado que alcanzado este párrafo todavía refrende con su generosidad el tiempo del que con su regalo me honra, que fue toparme con el concepto hipersimbolismo, lo que primero me alarmó, luego me satisfizo, y finalmente se erigió en estructura de conocimiento destinada a proveer de luzmuchos de los acontecimientos cuya incomprensión se tornan hoy en causa de la turbación que me enajena.Resumiendo el concepto, cabe decir que mediante el mismo se deriva una capacidad que por ende cunde hasta convertirse en aptitud (con “p”), y que al antecesor del Paleolítico Superiorle ayuda en tanto que a nosotros, varios milenios después, nos resulta de utilidad para explicar procesos que justifican (siquiera antropológicamente), procederes que llevan al Hombre a sentirse más cómodos rodeados de los destinados a ser identificados como afines, condición a la que se accede siquiera tan sólo por no ser “los demás”. A medida que aumenta la población, la necesidad no pasa ya tanto por reconocer a los propios, como sí más bien por poder identificarlos como tales en situaciones generalmente desbordantes, y en lugares generalmente desconocidos.Pasamos así de las marcas de guerra a las banderas e himnos después. El proceso es inevitable, incluyendo por ello su desnaturalización.
veo que en el asunto que nos ocupa sólo la amenaza de dar lugar por medio de esos choques a un verdadero Agujero Negro capaz de absorberlo todo, es lo llamado a triunfar
Un proceso que es inevitable, y que una vez más se torna en dramático.Desvelado de noche, horrorizado de día, la sucesión de acontecimientos llamados a escribir la crónica no de los últimos días, cabría decirse que de los últimos años, nos envuelve en una espiral cuya complejidad en unas ocasiones, y cuyo tumulto en otras, hace que sólo el resumen que los símbolos facilitan, se vuelva en herramienta suficiente para no caernos del caballo desbocado en el que el día a día se ha convertido.Soy incapaz de entender nada. Así, el buenismo de unos, colisionaba de frente con la falacia manipuladora de otros; como las partículas lo hacen en ese acelerador que, como símbolo del saber en Europa, espera pacientemente (no en vano busca la Partícula de Dios), en un ejercicio de santa paciencia destinado a presidir de nuevo el momento en el que los hombres recuperen la cordura, y nuestro presente vuelva a ser digno de considerarse en la Era de la Razón. Pero mi esperanza una vez más, se torna baldía. Convencido de que la dialéctica será por sí misma competente a la hora de generar energía procedente de la metáfora de choque que la superación de lo aparentemente contradictorio está llamado a gestar; veo que en el asunto que nos ocupa sólo la amenaza de dar lugar por medio de esos choques a un verdadero Agujero Negro capaz de absorberlo todo, es lo llamado a triunfar.Veo sin detenerme en el fondo, el aspecto que hace unos días presentaba El Editorial de ese prestigioso Diario que ya en el otro gran momento de la Democracia se erigió en símbolo de la defensa de los mismos Derechos y Valores que ahora están en peligro, y constato que precisamente su forma resulta suficiente para ver que no se ha caído en el anacronismo.A pesar de todo ello, la fuerza desplegada por los aspirantes a buenistas, resulta suficiente para llevarme a pensar que, muy probablemente, sea yo, y por ende mi errónea manera de pensar (siquiera un tanto alarmista y trenzada por mis convicciones en torno a la valía de los procedimientos históricos), lo que me lleva a ver más allá de la niebla.Pero entonces, hace apenas un par de horas, presencio lo que se erige en Mensaje Institucional de Su Majestad el Rey. No estoy en condiciones de valorar el mensaje en tanto que tal. Hacerlo sólo serviría para poner de manifiesto mi ignorancia, a la par que insultaría la inteligencia de ese amable lector de cuya paciencia depende hoy mi esperanza.En cualquier caso, a lo largo de los años que procedieron a contener el periplo del anterior monarca, cuatro sólo fueron los acontecimientos dignos de generar apariciones como la que esta noche ha venido si no a decirnos qué está mal, y quiénes son los responsables; sí a evacuar cualquier duda como las proferidas por los que aún a día de hoy ¿interesadamente?, dicen que nada en realidad pasa o peor aún, que todo está en realidad bajo control.Vuelco de nuevo mi afán en la Antropología, y es el campo de los aforismos el que en esta ocasión me saca de dudas al proporcionarme el llamado a afirmar que a menudo es difícil saber con qué bando se está. Mas tal duda es superada cuando veo la naturaleza de los llamados a consolidarse en el otro bando. El Rey reina, no gobierna. Tal condición, tantas veces comentada, es en escasas ocasiones debidamente considerada, tal vez porque esas mismas condiciones en mucho tiempo no se habían mostrado tan proclives a tal análisis como desgraciadamente esta noche han de serlo.Por ello, mañana muchas cosas habrán cambiado. Cuando menos, el talante desde el que unos y otros hayan de llevar a cabo el análisis de sus respectivas posiciones. 
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