El turismo, pensábamos, no lo conoceríamos tras la pandemia. Pero su auge ha vaciado de residentes los cascos urbanos españoles y europeos. Eso mismo pensaron en la Diputación Foral de Álava con respecto al sur del sur. Entre los más viajeros que visitan Álava están los sevillanos. Las empatías entre vascos y andaluces se consolidaron con la cinta Ocho apellidos Vascos. Sin preámbulos. Los sevillanos, los andaluces, amamos todo lo vasco. Y a los vascos les encanta lo andaluz, respetan lo sevillano. Dani Rovira ilustró cuánto le gusta Amaia (Clara Lago), su ex pareja de verdad y la real en la película.
La realidad no es menos cruda. Cristina González Calvar, diputada foral de turismo alavés, llegó a Sevilla con credenciales sobradas para impactar a los sevillanos de las excelencias de Araba, la tierra que le vio nacer. El desembarco alavés para promocionar tan entrañables tierras no tuvo mejor marco. El Restaurante Manolo León congregó en la calle Guadalquivir a periodistas, ejecutivos y agentes de viajes hispalenses, y expertos en turismo, gastronomía y enología. Oficiaba el evento un referente del turismo, RV Edipress.
El otro Euskadi
La leyenda y la realidad mezclan que cuando se debatía dónde ubicar la capital vasca los egos y celos vizcaínos y guipuzcoanos hicieron de las suyas. Vitoria-Gasteiz maridaba el objetivo de evitar el conflicto y Álava parecía hospitalaria para el Parlamento, Ajuria Enea, y una capital de consenso que de paso se pensaba sería menos castellana.
El tiempo pasó y Álava, Vitoria-Gasteiz y los 50 ayuntamientos alaveses dejaron claro que su sello debía ser honrando señas de identidad. El orgullo alavés tiene mucho recorrido: un 66% de espacios protegidos, playas de interior, artesanía, gastronomía, 5 parques naturales, minas de sal, observatorios, festivales, eventos, sonrisas, trabajo, respeto medioambiental. El alma alavesa no pasa desapercibida para nadie. Y en esa Sevilla que emite viajeros cuenta.
Pablo de Oraá, director del Valle Salado de Añana, explicó una historia increíble pero cierta. En Álava hay salinas kilométricas que merecen visita y cuyos granos se los disputan los más reputados chefs, vascos por supuesto, para aderezar la buena mesa. Las Salinas de Añana tienen más de 7000 años de historia y 120.000 metros cuadrados de extensión. Es un primor saber que la sal no sólo se produce en el litoral marino, como ocurre en Salzburgo, en Austria.
Vitoria-Gasteiz es una capital que encanta. Concentra el 80% de la población alavesa. Y muchos más activos. Jon Lasa, Gerente de la Catedral de Santa María, explicó que el escritor galés Ken Follet (1949) se inspiró para escribir dos bestsellers sobre la magia de un monumento que impacta. Los pilares de la tierra y Un mundo sin fìn son sus dos libros sobre una pasión alavesa que le retornó una estatua muy fotografiada.
El macro templo arranca desde el siglo XII, tiene premio de Europa Nostra por su proceso restaurativo y añade el sello de a Unesco como patrimonio universal al caso antigua de la vieja Gasteiz. Es la única catedral que se disfruta y visita por plantas, tiene ascensores y facilidades quienes tienen movilidad reducida, Cuando colgaba el cartel de ‘abierto por obras’, tras años de meticuloso proceso de restauración y forja de sus cimientos, nadie dejó de visitarla tras mucho tiempo de cierre.
Lasa se decantó, en su pasión catedralicia, sobre los ancestros alaveses que reposan en su cripta. Hizo paralelismos sobre la catedral homónima hispalense que le honran. Lo mejor de la Catedral vitoriana, además de sus entrañas, en su entorno. El casco viejo, las fiestas de la Virgen Blanca. Vaya, la Vitoria DTV, de toda la vida.
Vitoria, además de ser una ciudad premiada y laureada por ser sostenible, verde, respetuosa con el medioambiente y apacible para vivir, es una capital viva
Vitoria, además de ser una ciudad premiada y laureada por ser sostenible, verde, respetuosa con el medioambiente y apacible para vivir, es una capital viva. Allí hemos conocido muchos antecedentes para recomendar visitar la metrópolis alavesa.
Un Festival de jazz que este verano, en julio, se hará fuera de Mendizorrotza, donde juega el Alavés. El Jazz en Vitoria (Gasteizko Jazzaldia) es una fiesta que se disfruta por miles de españoles y foráneos. Desde 1977 trae a los mejores músicos y congrega a los más encendidos aficionados. La batuta de Iñaki Añúa obra el milagro, miles de personas acuden a esa peregrinación.
En Vitoria han hecho patria festivales de magia Magialdia, Iron man y las primicias de la televisión española. Todos los años las primeras figuras están allí, porque les espera una hospitalidad que no defrauda las mejores expectativas. Un festival concurrido da fe de ello.
La embajada alavesa en Sevilla estaba, creemos, como en su casa. Decían que a la empatía no hay que invitarla, venía sola. Ofertar aquí atractivos del turismo alavés, vasco o vitoriano, tanto da, no es difícil. Es normal. Es captado a la primera. Álava quiere sevillanos y los encanta. No defrauda. Las rutas enológicas por la Rioja vasca, recorrer sus pantanos con playas con 3 banderas azules, rutas de senderismo, bicicleta, marcha. Álava tiene mucho que ofrecer.