La motivación económica de Regina Magundayao Valdez siempre ha sido clara en el caso de los menores sustraídos ilegalmente. Lo que estremece en el caso, sin embargo, es la frialdad y la ambición de la madre: Regina usó el hecho de tener a los niños con ella en Filipinas para forzar un acuerdo ventajoso de divorcio. Dijo claramente que, si no se firmaba lo que ella quería, los niños nunca volvían a su hogar en España.
Cronología de un chantaje económico
En julio de 2024, estando la familia en Filipinas de vacaciones, Regina propuso que ella tendría los niños el mes de agosto y su marido en septiembre, de manera que ejercerían la custodia compartida durante los primeros meses, mientras preparaban el acuerdo de divorcio. Era razonable ya que los menores tenían que volver día 3 de septiembre a Barcelona.
Regina pidió a su marido que buscara un abogado para redactar un acuerdo de custodia compartida, que fue remitido el 5 de agosto. Diez días después, el 15 de agosto, Regina comunicó que no firmaría ese convenio. Seis días después, el 21, Regina respondía con un acuerdo alternativo donde ella tenía la custodia absoluta de los niños, no había régimen de visitas para el padre y, además de los gastos extraordinarios, ella debía recibir 1.900 euros cada mes. Total, más de 2.000 euros al mes en promedio. El plan de Regina, que disfrutaba de una holgada posición económica en Filipinas, era no trabajar durante 10 años y eliminar por completo la figura del padre de la vida de los niños.
Un mercadeo insoportable
La segunda quincena de agosto fue intensa y dolorosa para la familia puesto que, por muchos mensajes que enviaron las hermanas de Gerard y Laia, la respuesta de Regina fue siempre poner excusas para no volver a España, cada vez más forzadas. Unas veces decía que no se adaptaría bien, otras que necesitaba mucho dinero para vivir allí, otras que vendría a finales de octubre… Y siempre que se le hacían ofertas razonables, cambiaba de tema en la conversación.
A medida que llegaba día 3 de septiembre, fecha en que los niños tenían el billete de vuelta, las cosas se iban precipitando y Regina anunció que Gerard y Laia no tomarían el vuelo de regreso. Le informaron claramente que esto no se podía hacer, porque tendría consecuencias penales. Ella se rio. Ni siquiera permitió al padre que se despidiera de los niños, la excusa fue el mal tiempo.
Laura Rodríguez Caro, portavoz de la familia, señala como prueba de la mala fe de Regina, que nunca hablaba explícitamente de su propuesta de acuerdo (la que exigía para devolver los niños). Sabía que era disparatada y se enzarzaba en diálogos con el padre y las hermanas totalmente divergentes, donde planteaba temas nuevos cada vez que se le pedía que fuera clara o se le ofrecían soluciones. “Es obvio que a ella misma” apunta Rodríguez Caro, “le daba vergüenza decir o me dais 2.000 euros o nunca veis a vuestros hermanos”, por ello esquivaba siempre el tema y ponía sobre la mesa pegas menores, pequeños gastos, detalles poco relevantes (como los billetes de transporte público) para enredar la discusión.
Gerard y Laia no son mercancía
Cuando la sustracción se hubo consumado, a su vuelta a España, empezó para el padre el peregrinaje para resolver un tema tan complicado como una sustracción internacional de menores. El Ministerio de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, comunicó al padre que efectivamente se encontraba inmerso en este tipo de asunto y le explicó las consecuencias jurídicas.
A partir de este punto, apareció un “abogado” en España que negoció, en nombre de Regina, con la abogada de la familia. De repente Regina decía que podía rebajar la cantidad mensual a 1.750 euros, sin ninguna razón que justificase el cambio, comportándose la madre como en una mera transacción comercial de tanteo de ofertas. Gerard y Laia, para Regina, eran como una moto que se quiere vender o un vestido que se compra en un mercado de segunda mano: algo que otra persona quiere y de lo que hay que sacar provecho. Para esta madre sustractora, era natural regatear con los hijos. Esto aterró a la familia pero, al menos, la intención de la madre era absolutamente clara: entrar en un proceso de regateo.
“La familia comunicó inmediatamente que no iba a entrar en una negociación en estos términos”, apunta Rodríguez Caro, “por un tema de dignidad, cosa que Regina Mangundayao Valdez parece no entender. Gerard y Laia no son mercancía”.