Las sociedades contemporáneas han adoptado la nación como forma de organización política y, en buena parte de ellas, esta se ha construido a partir de una variante específica: el Estado-nación.
No obstante, existen naciones que no han aspirado o conseguido constituirse como Estado-nación y, no por ello, han dejado de considerarse como tales.
En materia tan resbaladiza como esta convendría referirse, en relación con Andalucía, a conceptos como los de identidad, nación, globalización, y también a las distintas formas en que los andaluces se percibieron a sí mismos a lo largo de los dos últimos siglos, estudios que están por culminar o, en su caso, por hacer.
Lo que sí conocemos son los avatares en ese tiempo de la economía andaluza y la `modernización´ limitada que experimentó el sector agrario y aun el sector industrial, que explicaría la convulsa vida política del primer tercio del siglo XX, prolegómeno del intento democratizador de la II República y del conflicto que desembocaría en la Guerra Civil.
Teniendo en cuenta además que, completadas las desamortizaciones y descartada cualquier medida de carácter redistributivo (reforma agraria), la distribución de la renta se podría explicar por los cambios económicos debidos a la adopción de nuevas tecnologías y a la dinámica de los mercados entre otros.
Transformaciones creadas en un marco de relaciones sociales sostenido por unos grupos sociales que desarrollaron su estrategia de reproducción y de mantenimiento del statu quo y su ascenso en la escala social, al contrario que otros grupos que desenvolvieron estrategias de mera supervivencia.
Y, en ese contexto, se incardina el 90 Aniversario del “Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía”, documento surgido de una Asamblea Regional Andaluza celebrada en enero de 1933 en Córdoba, y a la que asistieron casi 250 representantes de diputaciones, ayuntamientos, partidos políticos, sindicatos y otras corporaciones.
Este proyecto fue el resultado del proceso a favor de la Autonomía- que ya reivindicaban los grupos andalucistas en 1918-que se retoma recién constituido el régimen republicano en 1931, y que dio paso hacia una configuración no centralista del Estado, el reconocimiento de los hechos regionales o nacionales, y en favor de instituciones de autogobierno.
La victoria radical-cedista en las elecciones de noviembre de 1933- en un primer momento- y el posterior golpe militar más tarde del general Franco, en julio de 1936, paralizaron abruptamente todo el proceso.
En unos momentos actuales de celebración de distintas elecciones municipales, autonómicas y generales, en los que se cuestionan los avances autonómicos, no está de más recordar esta efeméride y considerarla como antecedente de los Estatutos andaluces recientes de 1981 y 2007- con los que se acababa el largo e inseguro camino hacia el reconocimiento político del hecho diferencial andaluz –, que suponen poder contar con una autonomía con competencias, instituciones y símbolos propios, pero todavía insuficiente.
Y, asimismo, con la idea de la existencia de un “sentimiento andaluz” entre los habitantes de este territorio; aunque estemos aún lejos de haber realizado una “construcción andaluza”, con la consecución de una identidad suficientemente consolidada y unos planteamientos políticos andalucistas hegemónicos que contrapesen un modelo económico radicalmente extravertido en un mundo totalmente globalizado.
