El jefe de las fuerzas de defensa radiológica, química y biológica del ejército ruso, Ígor Kiríllov, fue asesinado en la mañana del martes en Moscú tras la detonación de un explosivo oculto en un patinete eléctrico. La explosiva acción, que también acabó con la vida de su asistente, ha sido reivindicada por fuentes del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU).
El atentado ocurrió a las seis de la mañana en la avenida Riazanski, en la capital rusa, cuando Kiríllov se dirigía a su coche oficial. Un artefacto con una potencia similar a 300 gramos de TNT explotó, destrozando la fachada del edificio y varios vehículos cercanos. La onda expansiva rompió las ventanas de hasta cuatro plantas del inmueble, según informó el canal ruso Baza.
Fuentes del SBU han calificado el ataque como una “opración especial contra un criminal de guerra”, en referencia a las acusaciones de Ucrania sobre el uso de armas químicas prohibidas en el conflicto. El lunes, el organismo ucraniano había presentado cargos contra el general, en ausencia, acusándolo de ordenar ataques químicos que, según Kyiv, han provocado más de 2.000 intoxicaciones entre soldados ucranianos y la muerte de tres combatientes.
Este atentado marca la muerte del militar de mayor rango dentro de territorio ruso desde el inicio de la invasión a Ucrania en 2022.
Una serie de atentados en territorio ruso
El asesinato de Kiríllov no es un hecho aislado. Es el segundo ataque mortal en menos de una semana, tras la muerte a tiros en Moscú del diseñador de misiles rusos Mijaíl Shatski, un atentado que también ha sido atribuido a los servicios de inteligencia ucranianos.
En meses recientes, otros objetivos militares rusos han sido abatidos en operaciones similares. En septiembre, el coronel Aleksey Kolomeitsev murió en Kolomna, cerca de Moscú, mientras que en noviembre, un coche bomba mató a Valeri Trankovski, comandante de la Flota del Mar Negro en Sebastopol.
El uso de explosivos sofisticados y la selección de objetivos de alto perfil reflejan una estrategia de Ucrania para golpear en el corazón de la estructura militar rusa, según fuentes analíticas citadas por Reuters.
Represalias y propaganda rusa
El gobierno ruso ha reaccionado con indignación. Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, amenazó con “una represalia inevitable” contra Kyiv, calificando el asesinato de Kiríllov como un acto terrorista.
Mientras tanto, el Comité de Investigación ruso ha iniciado pesquisas por “acto terrorista, asesinato y tráfico ilegal de explosivos”. Sin embargo, según el diario Kommersant, la clasificación preliminar podría considerar el ataque como “asesinato de un civil”, lo que reduciría el alcance militar del atentado en términos legales.
María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, ha afirmado en redes sociales que Kiríllov “exponía sin miedo los crímenes de los anglosajones”. Estas declaraciones insisten en una narrativa habitual del Kremlin, que acusa a Estados Unidos y sus aliados de ser responsables de ataques encubiertos y de la desinformación en torno al conflicto.
La figura de Kiríllov y el uso de armas químicas
Kiríllov, de 54 años, lideraba las fuerzas de defensa radiológica, química y biológica desde 2017. Su reputación creció al inicio de la invasión de Ucrania, cuando encabezó las acusaciones del Kremlin contra EE. UU. por la presunta existencia de “biolaboratorios” en territorio ucraniano.
Según el Reino Unido, Kiríllov fue uno de los responsables del uso de armas químicas en el frente, lo que le valió sanciones en octubre. David Lammy, ministro británico de Exteriores, declaró que no permitirían “que Rusia pisoteara la Convención sobre Armas Químicas”.
El Departamento de Estado de EE. UU. también ha acusado al ejército ruso de utilizar agentes prohibidos, como cloropicrina y gases lacrimógenos, en el campo de batalla, algo que está vetado por la Convención internacional.
Golpes a la cúpula militar rusa
Desde la muerte de figuras como Daria Dugina o Vadim Tatarski, la inteligencia ucraniana ha intensificado ataques dirigidos en territorio ruso, demostrando su capacidad de infiltración y precisón en objetivos.
Con el asesinato de Ígor Kiríllov, Ucrania ha alcanzado un golpe simbólico en el mando ruso, debilitando la moral y poniendo en jaque la seguridad en la capital del país. El eco del atentado resuena con fuerza mientras Moscú investiga y el mundo observa las represalias anunciadas por el Kremlin.