A menudo se dice que Donald Trump pasará a la posteridad como el presidente de los Estados Unidos más pacífico de la historia, ya que trató de evitar los conflictos bélicos y la intervención militar en el exterior. Pero eso no deja de ser más que otro mito. El bloqueo estadounidense contra Cuba, sin ir más lejos, ha causado auténticos estragos en la población del país, hasta tal punto que puede decirse que miles de cubanos (hombres, mujeres, ancianos y niños) han sido víctimas del bloqueo naval y aéreo decretado por Washington, todo un acto de terrorismo de Estado auspiciado por Trump. “Nuestra población lo ha sufrido en carne propia al precio de 3.478 víctimas mortales, 2.099 personas con discapacidad, por actos cometidos por el Gobierno de los Estados Unidos o perpetrados y patrocinados desde el territorio de ese país con la tolerancia de las autoridades oficiales”, se recoge en una carta remitida hace unos días por Pedro Luis Pedroso Cuesta, embajador y representante cubano ante Naciones Unidas.
A comienzos del pasado mes de enero, y poco antes de dejar el poder, la Administración Trump reintegraba a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional, de la que había sido retirada en 2015 por el Gobierno de Barack Obama durante el “deshielo” entre ambos países. Solo nueve días antes de que Trump abandonara la Casa Blanca, y en medio del escándalo por el asalto al Capitolio perpetrado por cientos de seguidores trumpistas, el secretario de Estado norteramericano, Mike Pompeo, daba a conocer la histórica decisión, que puede complicar las posibilidades de que el presidente electo, Joe Biden, reanude de nuevo los contactos con el régimen de La Habana. “Con esta acción, una vez más haremos responsable al Gobierno de Cuba y enviaremos un mensaje claro: el régimen de los Castro debe poner fin a su apoyo al terrorismo internacional y a la subversión de la justicia estadounidense”, aseguró Pompeo en un comunicado. La indignación popular cundió en toda la isla. “Los cubanos repudiamos con desprecio toda maniobra dirigida a manipular un tema tan sensible para groseros propósitos de oportunismo político”, asegura la carta de queja remitida por el embajador ante la ONU.
El 17 de diciembre de 2014 Barack Obama y Raúl Castro anunciaron el fin de las hostilidades entre ambos países y el comienzo de las negociaciones para llegar a la distensión y el deshielo, que contemplaba la cancelación del embargo y el bloqueo comercial que Washington impuso a Cuba como castigo por ser un Estado satélite del comunismo. Incluso se habló de retomar las inversiones norteamericanas en la isla. Sin embargo, la llegada al poder de Trump frustró la esperanza de que ambos países recuperaran las relaciones económicas y de buena vecindad. En sus cuatro años de mandato, el magnate neoyorquino ha tomado más de 240 medidas contra la isla. Así, eliminó los cruceros a Cuba por parte de las compañías norteamericanas, asfixiando el turismo isleño; suspendió los vuelos al Aeropuesto Internacional José Martí; canceló las operaciones postales de envío de dinero a través de la Western Union; llevó a cabo una dura política de sanciones contra empresas cubanas en el exterior; y persiguió tenazmente a los “tanqueros” que transportan gas licuado y petróleo a la isla. Bajo el argumento de que el dinero que entraba en la isla servía para financiar la dictadura cubana y el terrorismo internacional, Trump cortó todo lazo o trato con el régimen castrista. Fruto de aquellas sanciones, la economía de la Isla perdió 5.000 millones de dólares en apenas unos meses, un mazazo que ha sumido a miles de cubanos en una situación dramática. Escasearon los alimentos y bienes de primera necesidad, la pobreza se disparó y vivir en la excolonia española empezó a resultar un ejercicio de desesperada supervivencia.
En su carta fechada el pasado 15 de enero de 2021 y dirigida al Secretario General y a la Presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, el embajador y representante permanente de Cuba ante las Naciones Unidas “condena en los términos más firmes y absolutos” la fraudulenta calificación que Estados Unidos ha hecho del régimen cubano como Estado patrocinador del terrorismo. De esta manera, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la cancillería de La Habana considera que la medida de Washington es un acto “cínico e hipócrita”. Incluir a Cuba en la lista unilateral de países terroristas del Departamento de Estado norteamericano es un “acto sin mandato o legitimidad alguna, carente de motivación genuina”, asegura la carta del embajador. Para el régimen castrista esa lista negra constituye un “instrumento de difamación” para aplicar medidas económicas coercitivas contra naciones que se resistan “a doblegarse a los caprichos del imperialismo estadounidense”.
El anuncio formulado por Pompeo constituye a juicio del Gobierno cubano un acto “soberbio” de un Gobierno “desprestigiado, deshonesto y en bancarrota moral”. “Se conoce, sin lugar a dudas, que la verdadera motivación de esta acción es imponer obstáculos adicionales a cualquier perspectiva de recuperación en las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos”, insiste la misiva. “Cuba no es un Estado patrocinador del terrorismo, verdad reconocida por todos. La política oficial y conocida, y la conducta intachable de nuestro país, es el rechazo al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, en particular el terrorismo de Estado, por quienquiera, contra quien quiera y dondequiera que se cometa”, reza la carta.