La imputación de Donald Trump es un hecho histórico en la historia de Estados Unidos. Nunca antes un presidente de la nación había sido fotografiado como un delincuente, ni le habían tomado las huellas dactilares para una ficha policial. Con todo, el feo asunto de la actriz porno Stormy Daniels, a la que supuestamente pagó 130.000 dólares para comprar su silencio y por el que va a ser juzgado, no es el affaire más grave que tiene pendiente el magnate neoyorquino. De entrada no estamos ante un asunto solo sexual, ya que se investiga si el expresidente desvió fondos de la campaña electoral para sus fines privados, lo cual constituye un delito muy grave en Estados Unidos. En apenas cuatro años de mandato ha acumulado un currículum penal que ni Al Capone. Estos son algunos casos, unos cerrados y otros pendientes, que podrían aumentar el riesgo de que termine en la cárcel.
PRIMER IMPEACHMENT (2019-2020). El primer proceso de destitución de Donald Trump se inició a raíz de la denuncia de un informante que aseguró ante el Congreso de los Estados Unidos que el expresidente, junto a otros altos funcionarios de su Gobierno, había presionado a líderes de Ucrania para que investigaran a Joe Biden y a su hijo Hunter Biden en relación con las actividades empresariales de este último. La denuncia concluyó tras la absolución en el Senado de los dos cargos de los que se le acusaba.
CONTACTOS CON RUSIA Y ROBO DE DOCUMENTACIÓN SECRETA. En enero de 2017, los servicios de espionaje –la CIA, el FBI y la NSA–, concluyeron que el Gobierno ruso interfirió en las elecciones presidenciales de 2016 para favorecer la elección de Trump. Las pesquisas se centraron en uno de los jefes de la campaña trumpista, Paul Manafort, que había trabajado durante años para el político prorruso ucraniano Víktor Yanukóvich. En mayo de ese mismo año, el magnate neoyorquino despidió al director del FBI, James Comey. Le pareció que estaba llegando demasiado lejos en su investigación. Además, presionó a los jefes de la inteligencia de Washington y a periodistas para que cerraran el asunto y declarasen públicamente que no había evidencias sobre la supuesta conexión entre la campaña electoral que lo aupó al poder y agentes rusos. A raíz de aquello, la Justicia abrió expediente contra él por obstrucción a la Justicia. Pero la investigación siguió su curso y en abril de 2018, después de una redada del FBI en la oficina y la casa del abogado privado de Trump, Michael Cohen, el escándalo tomó tintes preocupantes para el futuro del presidente. En julio de 2017, el congresista Brad Sherman presentó cargos formales contra el inquilino de la Casa Blanca por “obstrucción a la justicia”, “violación de la cláusula de emolumentos extranjeros”, “menoscabar la independencia de la judicatura federal” y “socavar la libertad de prensa”. En agosto del pasado año, agentes del FBI llevaron a cabo una redada en la lujosa residencia de Trump en Mar-a-Lago, Florida, de donde sacaron 32 cajas con material estatal clasificado y confidencial, entre el que había posibles documentos sobre sus contactos con Rusia y detalles sobre los arsenales nucleares. La policía prosigue con las pesquisas.
ACUSACIONES FALSAS DE FRAUDE ELECTORAL. Desde que Joe Biden llegó a la Casa Blanca, derrotando a Trump, el magnate neoyorquino se ha dedicado a sembrar dudas sobre la limpieza del proceso electoral, denunciando pucherazos y amaños en algunos estados clave para su reelección. Todo una inmensa patraña. Antes de comenzar el proceso electoral, había tratado de bloquear la Cámara de Representantes, que votó a favor de una subvención de 25.000 millones de dólares para que el Servicio Postal de Estados Unidos pudiera dar cumplimiento al voto por correo. Trump y sus aliados presentaron numerosas impugnaciones a los resultados que dieron la victoria a Biden, pero fueron rechazadas por 86 jueces, tanto en los tribunales estatales como en los federales, incluso por magistrados federales nombrados por el propio Trump. La maniobra se acabaría volviendo contra él. El derrotado presidente siempre se negó a reconocer los resultados de las elecciones y amenazó con no cumplir con la preceptiva transición pacífica del poder si perdía. También presionó a los funcionarios del Gobierno para que no cooperaran con el equipo de Joe Biden en la transición gubernamental (no asistió a la toma de posesión del nuevo presidente, tal como es preceptivo). Las acusaciones de fraude electoral en la noche de su derrota no fueron transmitidas por las televisiones independientes. Solo la Fox, su medio afín, siguió hablando de pucherazo. Hoy la Justicia investiga todos estos bulos sobre las urnas y su intento por anular las elecciones. Existen indicios de que Trump trató de revertir el proceso electoral aún a sabiendas de que había sido limpio y legítimo, incluso influyendo sobre funcionarios locales y estatales, legisladores, el Departamento de Justicia y hasta el vicepresidente Pence. Al final Trump subió al Air Force One, cantando My way de Frank Sinatra, regresó a su mansión de Florida y prometió a sus adeptos que seguiría dando la batalla: “Volveremos de alguna forma”, les arengó. En la actualidad se investiga, entre otras cosas, si Trump intentó alterar el resultado electoral de 2020 en el estado de Georgia y si pidió a sus colaboradores que le buscaran por todos los medios las papeletas suficientes que le faltaban para poder revalidar su cargo. El Gran Jurado es competente en esta causa.
ASALTO AL CAPITOLIO. Es probablemente el asunto más turbio en el que se ha visto implicado. El 6 de enero de 2021 cientos de partidarios de Trump irrumpieron en la sede del Congreso violando la seguridad y ocupando partes del edificio durante varias horas. Sus mensajes en Twitter, donde movilizó a las masas intoxicándolas con falsas sospechas de tongo en el proceso electoral, terminaron en un baño de sangre y con el prestigio de la primera democracia del mundo por los suelos. Aquello fue un intento de golpe de Estado inédito en la historia de Estados Unidos y puso al país al borde de la guerra civil. Por estos hechos se enfrentó a cargos de conspiración para engañar a Estados Unidos; conspiración para hacer declaraciones falsas; obstrucción de un proceso oficial, e incitación a la insurrección. En ese momento Putin, con el que Trump guardaba una relación más que cordial, vio una gran debilidad en su tradicional enemigo político hasta el punto de que algunos analistas creen que ese fue el detonante para la invasión de Ucrania.
SEGUNDO IMPEACHMENT (2021). El segundo proceso de destitución de Donald Trump comenzó el 9 de febrero de 2021. Trump fue acusado por segunda vez por la Cámara de Representantes por incitación a la insurrección popular. Al concluir el juicio, el Senado absolvió a Trump con un resultado de 57-43 escaños. La mayoría republicana prevaleció, aunque un puñado de senadores de su partido se unieron a los demócratas pidiendo la condena del exmandatario. El republicano Mitch McConnell aseguró que “no hay duda de que Trump es responsable práctica y moralmente de incitar los sucesos en el Capitolio”, aunque finalmente votó en contra de la condena invocando su propia interpretación de la Constitución de los Estados Unidos.
ESTAFAS E IRREGULARIDADES FINANCIERAS. A Trump se le están buscando, desde hace una década, indicios de estafas, desfalcos e irregularidades financieras de todo tipo, sobre todo en sus negocios inmobiliarios en todo el mundo. La Fiscalía está reuniendo información de bancos y sospecha que el empresario inflaba el valor de sus propiedades para conseguir una amplia financiación con las mejores condiciones. Se habla de un posible desfalco de 250 millones de dólares. En las causas financieras (tiene más expedientes abiertos en juzgados norteamericanos) se la juegan también sus hijos, que podrían ser inhabilitados para ejercer como empresarios en el estado de Nueva York. Esta vista oral tiene previsto su comienzo el próximo 2 de octubre. Por si fuera poco, Trump se enfrenta a la acusación de estafa relacionada con un programa de televisión que presentaba en el año 2000. Esa operación permitió que el futuro presidente se embolsara 8,8 millones de dólares.
OTROS ESCÁNDALOS SEXUALES. Al feo asunto de la actriz porno Stormy Daniels se une la denuncia de la columnista Jean Carroll, que acusa a Trump de violación, difamación, maltrato y angustia emocional. Según la escritora, el empresario la violó en el cuarto de baño de unos grandes almacenes de lujo en Manhattan en los años noventa. El expresidente lo niega con el argumento de que la redactora no es su tipo. Por último, la Fiscalía investiga si hay otras mujeres que fueron víctimas de los abusos de Trump en los últimos años. Los líos de faldas de Trump prometen darle más de un disgusto en los próximos meses.